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8 de enero de 2012

Raro antes, ahora y mañana

por Eduardo Labarca


Una vez más Óscar Contardo revuelve el dedo en la llaga. Primero fue con su libro “Siútico” y ahora, en gran estilo, con “Raro – Una historia gay de Chile”, en Planeta Chilena.

Libro apabullante, que ilumina y desconcierta. Ilumina al mostrarnos, en una investigación que arranca desde los orígenes de la sociedad occidental, las raíces, la expansión y toda la extensión de la homofobia a lo largo de los siglos y hasta hoy en el ancho mundo en que vivimos. Desconcierta, porque nos obliga a una introspección, a interrogarnos sobre nuestros propios sentimientos y reflejos, sobre los prejuicios que nos han acompañado y acompañan...

El panorama que presenta "Raro" es global, la documentación amplísima. Los hechos no sólo aparecen en su particularidad, sino sumergidos en su contexto. En un marco de vastas perspectivas, la historia gay de Chile se desenvuelve ante nuestros ojos con su recuento de luces y sombras –sobre todo sombras– desde los tiempos en que el “weye” –suena como “gay”– entre nuestros ancestros mapuches y huilliches no sólo era tolerado sino respetado en su más alta función, la de machi, intermediario entre el hombre y la mujer de acá abajo y las esferas sagradas.

Pero un día nuestros otros ancestros, los conquistadores, atravesaron los océanos para apoderarse de las riquezas, los cuerpos y las almas e imponer su "moral" de espadas, crucifijos y sotanas. "La Iglesia" abominaba de los "placeres de la carne" y peor aún si eran placeres "contra natura", el "pecado nefando", tolerado únicamente aunque no siempre cuando los karadimas practicaban la pedofilia eclesiástica. Nuestro machi ancestral –homosexual, bisexual– fue sustituido en la sociedad oficial por el cura y remplazado en la sociedad indígena por "la" machi mujer... mientras los colonizadores lanzaban a los "putos" indígenas por docenas a la hoguera.

De ahí venimos, eso hemos sido, eso somos y el libro de Contardo nos lo recuerda sin concesiones. Es cierto que la criminalización de la "sodomía" ha quedado atrás y hoy se habla abiertamente –aunque los hechos no sigan el ritmo de las palabras– de unión civil, matrimonio, adopción por parejas del mismo sexo... La homofobia va retrocediendo en Chile, pero se trata de un retroceso complejo y a empujones porque las mentes no evolucionan a la velocidad con que cambian los gustos sobre el último modelo de corbata o de peinado.

En este libro también hay homenaje, homenaje a ellas y ellos, a los gay y lesbianas, bi y trans, a los “desviados”, “invertidos”, “maricuecas”, las “tortilleras” que a lo largo de la historia mestiza de Chile, dentro o fuera del clóset, han sobrevivido a la condena de la sociedad y de "la Iglesia", arreglándoselas, navegando como podían y a veces desafiantes en el mar de la burla, el rechazo y la violencia. Así fue en la Colonia y así ha sido en la República y larguísimo es el rosario de nombres que Contardo nos desgrana de forjadores y forjadoras de nuestro país, pertenecientes al mundo de la cultura y las artes y no pocos al de la alta política, que han vivido bajo el estigma.

Que los larraínes y errázuriz más empingorotados de ayer y de hoy se hayan opuesto y opongan desde un senado o un arzobispado a la evolución de las instituciones en el tema sexual ha sido y sigue siendo esperable, pero triste muy triste, lamentable y réquete lamentable fue que los tres años luminosos de Allende hayan sido tres años sombríos para lo que hoy se denomina la “comunidad gay”. Con documentación al canto, Contardo nos recuerda que en los días de la UP la policía de Investigaciones dirigida por connotados militantes revolucionarios realizó, con bombos y platillos y haciéndose acompañar por fotógrafos y periodistas de la prensa oficial, infames allanamientos de hoteles galantes frecuentados por personas del mismo sexo. Pero el escándalo se convertía en bumerang cuando los medios opositores que propiciaban el golpe disparaban su artillería contra los artistas de izquierda a los que se les “daba vuelta el paraguas”. Los revolucionarios y los golpistas competían en la misma cancha viciada.

Leyendo “Raro”, libro inteligente, equilibrado y bien escrito, se comprende cuánto se ha avanzado en la sepultación de los prejuicios y cuánto camino todavía falta para que desaparezcan las trabas legales y sobre todo las que anidan en el fondo de los espíritus, nuestros espíritus.

6 de enero de 2012

Pina + Wenders / Wenders + Pina = el MILAGRO

por Eduardo Labarca, en Santiago de Chile.


La expresión “película documental” huele a bostezo, la “danza contemporánea” a veces decepciona. Pero “Pina”, el documental de Wim Wenders que inaugura este 2012, tiene transparencias de cristal, puerta hacia un mundo sin fondo donde los cuerpos que se mueven sobriamente, dolorosamente, gozosamente y la cámara en 3D que nos arrastra, los galpones y paisajes en que nos hundimos, y los rostros forman el más sorprendente, intenso, poético universo fuera del mundo, en las entrañas del mundo.

Cuando murió hace dos años, Pina Bausch preparaba su coreografía de inspiración chilena “Como el musguito en la piedra ay, sí, sí , sí”, apoyada en “Volver a los 17” de nuestra Violeta. Cuando Pina murió hace dos años, Wim Wenders preparaba una película con Pina y sobre Pina. Obras tronchadas… ¿Tronchadas?... Tronchadas… pero no.

No, porque Wenders perseveró, fiel a su amiga bailarina y coreógrafa, fiel a los bailarines y bailarinas de Pina, a esos cuerpos que quedaban huérfanos tras la muerte de la guía, maestra, madre que los había modelado, que les había permitido modelarse. Wenders perseveró y logró avanzar, salir adelante sin Pina con la Wuppertal Dance Theater, la compañía de baile de Pina y producir el milagro de esta película en la que se pasea vivo el espíritu de Pina.

Es raro, insólito, que los espectadores de un cine sientan la necesidad de aplaudir, pero así fue ayer a medianoche en la sala 15 de los Cines Hoyts de La Reina, en Santiago de Chile. Soltando por un momento el paquete de popcorn, las manos se agitaron y aplaudieron y aplaudimos porque no podíamos quedarnos así, irnos en silencio de ese templo donde juntos habíamos vivido una experiencia tan pura, intensa.

Ni lugares comunes ni estereotipos, ni acrobacia ni sentimentalismo en los movimientos y la danza de los muchachos y muchachas, mujeres y hombres adultos, maduros algunos, que teníamos delante. Ni facilismo ni recursos gastados en la filmación y compaginación de esa película que acontece en lugares insólitos: dentro y debajo del Schwebebahn, el tren colgante de la ciudad alemana de Wuppertal; en la noche de un dique desierto; en naves industriales; en un parque tapizado de hojas muertas; en una cantera a tajo abierto donde un bailarín evoluciona en la cresta del abismo… El inolvidable “Café Müller”, la coreografía con bailarines de ojos cerrados y sillas que caen resucita desde los ángulos renovados que las cámaras descubren.

Cuando termina la película los conocemos, somos amigos de esos artistas que hemos visto evolucionar descalzos aunque de terno y corbata, cubiertos con túnicas, con pantalones sencillos, un tutú, sin afeites ni máscaras, a cara descubierta. Los hemos visto bajo la lluvia y metidos en el agua, recibiendo paletadas de tierra, subiendo una cuesta, moviendo simplemente las manos y los dedos. Se acaba la película y somos amigos de Pina y la admiramos, admiramos a Wim Wenders, nos sentimos bien, mejorados, perfeccionados.

"Carrera de postas" de María Inés Taulis Moreno

por Eduardo Labarca, en Santiago de Chile


¿Libro de memorias?, sí, pero no sólo… ¿De viajes?, también, pero ni tanto…

"Carrera de postas" es para leído y no para contado, quizás –aunque no fácil– para comentado.

¿Qué llevó a la sexagenaria con visos de septuagenaria María Inés Taulis Moreno, chilena pero más, a escribir este libro, su primero?

"Carrera de postas" nace en un encuentro, una cita madre-hijo, cita con Dauno Tótoro Taulis, que inaugura con la obra materna la colección memorialesca de su sello CEIBO ediciones, que es además CEIBO producciones, un ceibo con ambiciones…

De abuelas, bisabuelas, tatarabuelas propias todos podemos/pueden decir algo, pero María Inés Taulis es capaz de decir lo que otros no hemos/han dicho y de decirlo de modo tal que esa Virginie que en Burdeos ensarta en el mapamundi un dedo que cae en la silueta de Chile, ella, la tatarabuela materna que echa así su destino al azar se convierte en personaje de novela.

Es la novela de los orígenes de la familia y de la confusión que un día lleva a la autora a buscar en Grecia a sus parientes Taulis, para comprobar en la guía local de teléfonos, al pie del Partenón, que tal apellido allí no existe, pues Taulis es una localidad y comuna francesa –Francia de nuevo– situada en el departamento de los Pirineos Orientales, en la región franco-catalana de Languedoc-Rosellón.

Esa búsqueda de raíces familiares helénicas más parece un pretexto, pues el encuentro con Grecia es de claves profundas, con su mitología, su historia y sus ruinas, su filosofía y sobre todo con su poesía, de la mano de Homero, Ritsos, Kazantzakis, bajo la guía de viajeros eximios: Lord Byron, Durrell, Henry Miller...

El libro es la crónica de la vida misma de la autora, o mejor dicho, la historia de una mujer que cabalga saltando obstáculos entre dos siglos en un planeta que se le hace chico, historia que se convierte en novela por arte de una escritura límpida, medida, intensa. Los parientes, un marido que aparece y se esfuma; los hijos que llegan, rocas sólidas; las hermanas; las amigas y amigos; los compañeros: todos liberados del peso de la carne y los huesos se elevan, flotan, vuelan.

Los viajes de María Inés Taulis a lo largo y a lo hondo de Chile, iluminados por las voces de Neruda, Gabriela, Huidobro, bullen en un latido épico de victorias, reveses, alegrías, nostalgias, dolores individuales, colectivos. A partir de Chile la autora sale a correr tierras. Anda por España de la mano de García Lorca, recorre Italia con el Dante, Rusia con Tolstoi y la fenecida URSS con Lenin y con Gorki y echa anclas en México para llegar un día a Viena al encuentro de Klimt y avanzar Danubio adentro guiada por Claudio Magris, en un viaje inacabado, siempre por las venas de la poesía y la prosa y la pintura y la arquitectura y la música...

Inspirada/inspirados por los paisajes y los edificios, por los habitantes actuales y por los antiguos, ella/nosotros va/vamos recorriendo y descubriendo/redescubriendo, visitando/revisitando cada rincón, cada palacio, cada calle, cada iglesia, cada río, cada playa, cada ciudad, cada ser humano con ojos nuevos, en un libro cuyas páginas, en un ordenamiento de desorden como la vida misma, barajan el pasado, el presente y el futuro, lo personal y lo épico, lo familiar y lo multitudinario, lo micro y lo macro con muchos etcéteras.

"Carrera de postas" es, hay que decirlo, un libro delicado, discreto porque en un parpadeo elegante María Inés Taulis Moreno evita referirse a un golpe que cierto día le asestó el destino y de cuya superación este libro parece ser el broche definitivo. Discretamente también, al recordar a su madre, la luminosa actriz Inés Moreno, la autora sabe elegir las palabras. A diferencia de otros libros de memorias, no hay aquí odiosidades ni ajustes tardíos de cuentas, sino más bien conciliación, reconciliación, redondeo de esquinas, difuminación de aristas, entente pacífica de mano tendida y finalmente retorno: Chile.

¿Qué más se podría decir acerca de "Carrera de postas"? Lo que podríamos decir ya está dicho: es el libro mismo. Vale.