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Ángel Díaz Arenas sobre los Módulos

UNA VISITA AL MUNDO DE LOS "MÓDULOS" DE EDUARDO LABARCA

(Una introducción al análisis narratológico)

Ángel Díaz Arenas
(Profesor eméritco de la Universidad Fujen –Taipei- Taiwan)

Eduardo Labarca: El enigma de los módulos. Este título de libro lleva un subtítulo que dice:

“Recopilación de Cielito Gattabayan. Con un prefacio del Profesor Lupus Thoruld”. Y éste va ilustrado con dibujos de Fernanda Krahn. La nota de prensa editorial dice:

«De 1993 a 2003 Eduardo Labarca se presentó en universidades e institutos de Europa de manera extravagante. Con su eterno sombrero jipijapa, llegaba en un Lada blanco y se trenzaba en debates intrincados. Asumiendo actitudes, identidades y voces diversas, arrastraba al auditorio a un universo de ensueño y desafueros donde latía una sabiduría original. A esas actuaciones polémicas las denominaba ”módulos”.

Testigo en Viena de una de esas presentaciones, la artista Fernanda Krahn concibió la idea de ilustrar los módulos en caso de que se publicaran. Ese día ha llegado gracias a la estudiante Cielito Gattabayan (recordemos que ‘gatta’ es la gata), que ha rescatado para la posteridad las apariciones de Labarca, y al profesor Lupus Thoruld (‘lobo’), empeñado en determinar si con el módulo había nacido un nuevo género literario. Este proyecto de colaboración, que aúna la trascripción escrita de las exposiciones orales de Labarca y las sugerentes imágenes de Fernanda Krahn, se materializa en El enigma de los módulos. El prefacio, los siete textos y las ilustraciones que conforman la presente edición brindarán a los lectores y lectoras una experiencia excepcional. Y cuando alcancen la última página podrán resolver por sí mismos el enigma». Y sobre todo (añade un servidor) haber recibido un curso gratuito de lingüística aplicada (narratología) y esto sin saberlo.

I. Palabras previas

El que escribe estas líneas, párrafos y páginas conocía a Eduardo Labarca desde hacía bastantes años y esto ocurrió con motivo del homenaje que este escriba organizó para recordar los 30 años del asesinato del Che Guevara en el pueblicito boliviano llamado La Higuera.

En este acto (17-19 horas), celebrado en forma de mesa redonda en la Biblioteca del Instituto Cervantes de Múnich, Eduardo Labarca nos leyó un extraño texto que había redactado con dicho motivo y finalidad.

Mientras que un servidor se limitó contextualmente a situar la situación de los acontecimientos y aportó los datos históricos pertinentes que acompañaron dicho crimen, puntualizando quién fue el Che y porqué razón y después de múltiples peripecias argentinas, cubanas y africanas terminó sus días en Bolivia en una lucha en la que sólo podía perder y perdió. Incluso desaparecieron sus dineros, sus plumas estilográficas y relojes, ya que le despojaron de todos sus haberes, excepto de sus mocasines arruinados para poder seguir usándolos.

El título del escrito que Eduardo Labarca preparó para su lectura (en el viaje en tren de Viena a Múnich) dice y decía apropiadamente, “Un viaje a Múnich”, y éste ocupa las páginas 83-104 de su Enigma, siendo al pie de la página 83 (nota 6) donde puede leerse: “Módulo presentado el 24 de octubre de 1997 en el Instituto Cervantes de Múnich, Alemania, con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Ernesto Che Guevara”.

Éstas son las palabras que sitúan históricamente esta actividad pública de homenaje y recuerdo para unos y de maldición (tal vez) para otros. El acto se cerró a la hora debida y quedó para siempre muerto, enterrado y olvidado. Pero

II. “La casualidad hace bien las cosas“

dice un refrán español. Así que una circunstancia completamente casual hizo que el escribe este texto volviera a ponerse en contacto con Labarca hacia finales del año 2010. Y ya en este primer contacto (después de 13 años de silencio) me habló de un insólito libro en prensa e incluso (vía Internet) me envió el capítulo 4 de éste en el que se habla largo y ancho de dicho “Viaje a Múnich“ (señalamos que Eduardo no acentúa nunca el nombre de la capital bávara).

De modo tal que en los primeros días de enero del 2011 recibí la información editorial de la aparición de éste e incluso se me cursó una reproducción del tema de la portada de dicha publicación. En ésta se le ve a Eduardo Labarca (tal vez por eso de navegar) orinando cabalmente y con cierto descaro y atrevimiento el lado diestro de la piedra que recuerda y rinde homenaje al lugar suizo donde reposan los mortales restos del máximo vate de la modernidad y casi Premio Nobel de Literatura, Jorge Luis Borges, es decir, su tumba. Leamos, para informarmos, lo que sobre este malogrado Premio Nobel escribió en su día Gabriel García Márquez en la página 8 de su agudo e irónico «El fantasma del Premio Nobel (1)» :

Lo cierto es que, el 22 de septiembre de aquel año [1976] -un mes antes de la votación-, Borges había hecho algo que no tenía nada que ver con su literatura magistral; visitó en audiencia solemne al general Augusto Pinochet. «Es un honor inmerecido ser recibido por usted, señor presidente», dijo en su desdichado discurso. «En Argentina, Chile y Uruguay se están salvando la libertad y el orden», prosiguió, sin que nadie se lo preguntara. Y concluyó impasible: «Ello ocurre en un continente anarquizado y socavado por el comunismo». Era fácil pensar que tantas barbaridades sucesivas sólo eran posibles para tomarle el pelo a Pinochet. Pero los suecos no entienden el sentido del humor porteño. Desde entonces, el nombre de Borges había desaparecido de los pronósticos...

Y en este intercambio de opiniones ya me comunicó que me entregaría un ejemplar el jueves 14 de abril con motivo del recital poético ofrecido por el poeta y profesor valenciano, Jaime Siles (*1951), en los espacios del Instituto Cervantes de Viena y que un servidor presentó y moderó. Siendo al final de éste que Eduardo, allí presente, se me acercó y me entregó el ejemplar prometido; éste lleva la siguiente dedicatoria manuscrita: “Para ángel Díaz Arenas, padrino de uno de estos módulos y amigo de tantos años, con afecto Eduardo Labarca – Viena, 14 de abril 2011”.

Ahora bien, con motivo de este encuentro me contó oralmente que el tema de la portada había suscitado una serie de protestas de intelectuales argentinos y de la propia viuda de Borges, María Kodama (*1945), lo cual había conducido (para evitar más discusiones) suprimirla y cambiarla por otra que el que redacta estas palabras desconoce o más bien desconocía, ya que mirando en Internet ha visto que ha sido sustituído por el dibujo de la ilustradora que figura en la página 44. Pero Eduardo, un optimista a prueba de bomba atómica, dictaminó (en el momento de obsequiarme con dicha nueva cara) que “el ejemplar que yo poseía sería impagable”, como reliquia literaria, en el futuro.

Pero Eduardo Labarca presumiendo lo que podría acaecer con motivo del tema de la portada escribía ya en la páginas 24-25 del “Prefacio”:

En Vilnus , Labarca había explicado que el objeto de su venida a Europa era una visita que acababa de realizar en Ginebra a su amigo Christin Lalive d’Épinay [se hablará de él] y el cumplimiento de cierto rito que tenía pendiente ante la tumba de Jorge Luis Borges en el cementerio de Plainpalais de esa ciudad:

-Por fin me liberé de Borges, como Victor Hugo [1802-1886] se liberó de [René de] Chateaubriand [1768-1848] cuando proclamó ante su tumba: “Je veux être Chateaubriand ou rien“. Al visitar un siglo más tarde el mausoleo de Chateaubriand, Jean-Paul Sartre [1905-1980] se limitó a orinar sobre el mármol.

Sobre la ilustración de esta tapa escribe JCRF : «EL CHICO DE LA TAPA. Es sin duda, la portada del año. Una imagen digna de Raymond Pettibon (*1957) pero de carne y hueso. Porque, no me digan que ese rostro inexpresivo, indiferente, levemente picarón y, sobre todo, su gesto -entre el camp y lo kitsch (acá en la redacción pensamos que es lo mismo)- es tan hardcore punk como Black Flag. Que digo, G.G. Allen [Allin: 1956-1993]. Pero más allá de la ¿metáfora? ¿homenaje? ¿locura? mear la tumba de Jorge Luis Borges en Suiza parecería -en un principio- no sólo una monumental falta de educación, sino también una declaración de principios. Atenuantes: esta “acción de arte” fue un montaje con agua mineral (de ahí el color blanco del líquido)». Tema que ha levantado algunas discusiones (para bien o mal del libro) y que la prensa en su cotidianeidad ha tomado para salar algo su monotonía diaria; veamos, por ejemplo, lo que escribe Laila Rodríguez en «La Tumba de Borges en Ginebra ¿Desecrada por Escritor Chileno?» : “Ginebra – La publicación del nuevo libro de Eduardo Labarca, un escritor chileno, sigue dando mucho de que hablar. No por la temática del libro sino por su controversial portada que lo muestra orinando sobre la tumba de uno de los íconos de la literatura latinoamericana”. Volveremos sobre el tema.

III. Constitución y contenido físicos del libro

En la portada de éste contempla/ba el lector a Eduardo Labarca (como dicho) meando en la parte derecha de la tumba del difunto Jorge Luis Borges. Este espacio es una zona verdosa y casi desierta en una época primaveril. El fondo es oscuro y en primer plano a la izquierda se halla la tumba que está sita en el cementerio suizo de Ginebra. Esta piedra o lápida mortuoria rectangular y truncada en su parte superior consta de un grabado en forma de medallón y en su centro están representadas varias figuras primitivas armadas con espadas. Arriba figura el nombre del escritor argentino, siendo en la parte inferior izquierda donde rezan esculpidos sus años de vida: 1899-1986. El interesado puede leer un informativo artículo sobre esta tumba, su espacio geográfico y contenido en Internet , donde aprende que:

El 14 de junio de 1986 falleció Jorge Luis Borges en su última demora ginebrina. Desde entonces cada año su tumba se convierte en un lugar de peregrinaje de sus más fieles seguidores. Un ritual silencioso y alejado de bullas. (…). La tumba de Borges, con el número 735 posee una pequeña cruz de Gales y la inscripción “1899/1986” en la piedra que se levanta al ras de la tierra. El epitafio antes mencionado [‘And ne forhtedon na’ (Y sin temer nada)] está escrito en inglés antiguo que él conoció bien en vida, proviene de un poema épico intitulado “La batalla de Maldon” , en el que un guerrero arenga a sus hombres antes de morir peleando contra invasores vikingos en Essex, Inglaterra, en el siglo X.

El texto de los Módulos en sí consta de 149 páginas de papel ligeramente amarronado y de buena calidad. Su tipo de letra es muy perfecto, elegante y sobre todo legible. Tal vez las ilustraciones que acompañan e ilustran contextualmente estos módulos no satisfagan a todo el mundo, pero ya conocemos el dicho español que dice “para gustos se hicieron los colores”. Conviene señalar que éste le va dedicado en su página 7 al estudioso y filólogo alemán (Universidad de Göttingen) “Enrique Rodríguez-Moura que creyó en los módulos“ y su distribución física en ocho apartados dice (véase su «ÍNDICE», pág. 9):

1. «Prefacio: ¿Existen los módulos?» Por el Profesor Lupus Thoruld 13
2. «La novela traicionada» 31
3. «Adiós a Megalópolis: fábula para el siglo XXI» 45
4. «Escritores cibernéticos» 55
5. «Un viaje hacia Múnich» 83
6. «Cómo escribir un bestseller en el siglo veintiuno» 105
7. «Jornada al encuentro de Christian Lalive d’Épinay» 127
8. «Caupolicán llamando a Fresia» 135

Importante es señalar y destacar desde el primer momento que el estilo de Eduardo Labarca es impecable y su prosa rica, expresiva y de gran rigor, sin desdeñar el humor. Se ve que es la prosa fraguada en los hornos del periodismo que aconsejan precisión y claridad “avant toute chose”. Leer un libro como éste (depurado y con una gran prosa) representa un gran placer y sobre todo una lección de la lengua.

1. «Prefacio: ¿Existen los módulos?» (págs. 11-29)

En esta parte del texto se explica, en un diálogo entre el narrador y el profesor Lupus Thoruld el significado, trasfondo y valor de los módulos. De modo tal que el profesor habla con su estudiante Cielito Gattabayan y ésta queda y se compromete en investigar la función y valor de los módulos, ya que su tema de licenciatura trata del “Módulo como nueva forma literal“ [“literaria“].

En estas páginas y palabras iniciales y previas no deja de mencionarse Butamalón (1994) e incluso contar algo de su supuesto mundo: “Se suponía que hablara de su novela histórica Butamalón y efectivamente comenzó a relatar el viaje realizado en el siglo XVI por el protagonista, el fraile Juan Barba, desde el puerto de Cádiz al Callao, viaje que el libro no describe“ (pág. 14).

En las páginas 15-16 se habla de naves famosas que atravesaron el Atlántico y surcaron otros mares y ríos, según cuentan las obras históricas y literarias y los autores que las tratan y presentan. Siendo en la página 19 en la que se definen y determinan los módulos:

El módulo es una cebolla de muchas túnicas y un núcleo húmedo, oloroso, altamente incitante: unos lloran y otros ríen. El erudito… el ígnaro… cada cual lo entiende a su aire.

E incluso en la página 24 hay un referente parafraseado y autotextual que dice: «… con un prólogo mío –precisamente el presente libro- pues tenía que apurarse “antes de que me piraten [dice Cielito Gattabayan] la idea”». En esta exposición de los módulos se le llega a informar al lector que éstos han cambiado de nombre y ahora se llaman ”nódulos”, como se aprende (según la voz de Cielito) en la página 27:

Según ella, a diferencia de los módulos, los nódulos eran una especie de reality televisivo con cámara oculta.

Llegando incluso a informarle al lector en la página 28 el tiempo factual que tratan y en el que han sido redactados éstos: “…, entre febrero de 1993 y mayo de de 2003”. Es más, este «Prefacio» se cierra en la página 29 precisando un lugar y fecha de clausura de la redacción de dichos módulos o nódulos: “Vrnika , diciembre de 2010“.

Siendo a continuación que siguen los siete escritos de los que consta dicho libro y que presentamos a continuación.

2. «La novela traicionada» (págs. 31-44)

Éste es realmente el primer texto de creación del libro y lleva una nota 1 a pie de página que dice: “Módulo presentado el 12 de octubre de 1993 en el II° Encuentro de escritores hispanoamericanos – La nueva novela histórica hispanoamericana, en el Instituto Español de Cultura de Viena (Austria)”.

Este texto es un poco un juego retórico entre alguien que vive en Viena (el Novelista) y una historia de América, incluso con notas a pie de página. No cabe la menor duda que es un texto curioso que tiene algo de obra dramática: se presenta una escena y en ésta se encuadran («mise en abyme» ) la lectura de fragmentos de una novela-histórica. De esta manera el texto adquiere una cierta dinámica teatral entre el Novelista, Ella, etc. Pero esto representa sólo un juego retórico. Son situaciones que se repiten añadiendo nuevas escenas.

Pero claro está: este recurso no deja de ser y pecar de mecánico. Se cuenta una historia de América, pera filtrada y vista desde Viena (Europa) y de algún modo las situaciones son reiterativas.

Este texto tiene algo de El otoño del patriarca (1975) de Gabriel García Márquez, bastante de El arpa y la sombra (1978) de Alejo Carpentier (1904-1980) y mucho de Yo el Supremo (1974) de Augusto Roa Bastos (1917-2005). No habría que olvidar tampoco La Araucana (1569, 1578 y 1589) de Alfonso de Ercilla (1533-1594).

3. «Adiós a Megalópolis: fábula para el siglo XXI» (págs. 45-54)

Este módulo o nódulo lleva una nota 4 a pie de página que aclara: “Textos de Eduardo Labarca, leídos por su hermano Luis el 23 de noviembre de 1996, en el V Encuentro de escritores Latinoamericanos en Viena – La ciudad en la literatura latinoamericana, en la Europa Saal, Instituto Austríaco para América Latina”.

En este escrito se habla de una ponencia que debería leer Eduardo Labarca, pero al haber desaparecido misteriosamente es su hermano Luis (que por casualidad posee el texto que el desaparecido ha olvidado) cumple la función de Eduardo.

La lectura empieza realmente en la página 47 que es en la que Eduardo lee su conferencia en el interior del coche Lexus de Luis, cuyas primeras palabras dicen: “-Esta tarde tengo que hablar –me dijo- de literatura de la ciudad”.

Entre ciudades como D.F. de México, Caracas, Bogotá, Buenos Aires, Lima, Santiago, Sao Paulo, La Paz (pág. 48), etc. se alude incluso a Manhattan y sus Torres Gemelas, ya no existentes desde el atentado del 11 de septiembre de 2001. Llegando a aludir autotextualmente en este escrito a un libro de su propia autoría y del año 1988, como ocurre en la página 49:

Y allá va mi Turco Abdala, acarreando piluchas en su citroneta y enseñándoles a comer ostras a la Yayita y la Verónica en el Chez Henry.

Volviendo a utilizar el mismo recurso glosatorio y autotextual algunas líneas después con otra de sus publicaciones de 1990:

Entretanto, otros, menos jóvenes, sacábamos de la manga la ciudad cibernética, los túneles de basura y terremoto, las torres, los sótanos de mi Acullá, apuntes para una novela.
Volviendo a aludirse nuevamente a este mismo libro en la página 50, “en la escalera D de Acullá”, siendo en la 51 donde en vez de escribir, “había cortado” lee el lector (realismo mágico) “había cortando”. En la página 51 vuelve a aludirse autotextualmente a dos de sus libros pasados, el primero de 1968, y el segundo de 1971:

Volví a verlo diez años después en el Chez Henry, en la presentación de su primer libro de reportajes, Chile invadido. Volvimos a encontrarnos cuando publicó Chile al rojo.

Es evidente que un texto de esta índole y sobre todo algo autopropaganda o autobombo que no debía ser literariamente leído por el mismo autor, Eduardo, sino que era más conveniente y honesto delegárselo a un segundo narrador: Luis. Pensemos que en este texto se alude en pocas páginas a cuatro de sus libros previos : 1) Chile invadido (1969), 2) Chile al rojo (1971), 3) el Turco Abdala (1988) y 4) Acullá (1990).

En este escrito se hace un repaso, saldo y balance de la literatura de la ciudad en general, pero sin mencionar la literatura de las grandes ciudades de Europa, como Berlin Alexanderplatz (1929) de Alfred Döblin (1878-1957), Les Mystères de Paris (1843) de Eugène Sue (1804-1857), La ciudad de los prodigios (1986) de Eduardo Mendoza (*1943), Madrid que incluso merece un libro de Francisco Fuster que se titula Madrid: Literatura y Ciudad (2009), etc. Sin olvidar citar una obra de una cierta modernidad y cuyo autor conoce él bien, Viena (1998), de Jaime Siles (*1951).

Es un documento (valga la redundancia) bien documentado sobre el tema. Conviene señalar que éste posee más valor universitario que para público de masas; ocurre lo mismo que con el que trata ”La novela” que enfoca literatura de las naves y las travesías, etc.

4. «Escritores cibernéticos» (págs. 55-82)

En la nota 5 de la página 55 está escrito: ”Módulo presentado el 21 de mayo de 1997 en el Instituto Cervantes de Viena, dentro del círculo Homenaje a Donoso, patrocinado por la Embajada de Chile en Austria. Los mensajes electrónicos se reproducen de reproducción tal como fueron recibidos, con las extravagancias ortográficas impuestas por los teclados de otros idiomas. En 1998, al año siguiente de la presentación de este módulo la editorial Planeta de Chile publicará La pista de hielo, novela de un desconocido escritor de origen chileno, Roberto Bolaño , y Anagrama lanzará en España su obra Los detectives salvajes”. Y este escrito lleva la siguiente dedicatoria: “A Frank Christiny, Administrador de las listas Chile-Literatura y Chile-Humanidades, señor de la Internet”.

El tema de este módulo parece ser que es presentar una conferencia sobre el escritor, profesor y periodista chileno -ya fallecido, José Donoso Cortés (1924-1996)-, autor de obras como El obsceno pájaro de la noche (1970), Historia personal del boom (1972), La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria (1981), La desesperanza (1986), etc., quien falleció (desde la perspectiva del escrito modular) “en diciembre pasado” (pág. 55). Siendo en la página 56 donde el escritor de Viena afirma: “…, ese Donoso al que dicho sea de paso el escritor de Viena consideraba uno de los novelistas chilenos más importantes del siglo [es de pensar que alude al siglo XX]” y el escritor de Viena sigue afirmando en la misma página, que dicho Donoso escribe “ficción acción acerca de la ficción” (véase el juego retórico de la «mise en abyme»).

En la mitad de la página 57 lee el lector una palabra extraña a nuestro lenguaje, “correro”, que evidentemente significa (según el contexto) “correos”, “echar una carta”, pero como ignoramos los chilenismos (sobre todo mo- o nodulados) la anotamos para que el mismo Eduardo nos lo aclare. Siendo casi al final de esta página que el escritor chileno de Viena referencia autotextualmente una de las obras más famosas de Donso Cortés y esto sin cursivas codificadoras (ya que se alude realmente a un real pájaro): “el obscuro pájaro de la noche”.

En las páginas 57-58 se cuenta una intrincada pasión de Donoso por una camisa morada del año 1979 con hechura “color obispo proveniente de la República Democrática Alemana”. Siendo en las páginas 59 y siguientes donde se habla de “doce” “cartas” que el escritor de Viena recibió de José Donoso Cortés, uno de cuyos temas principales de éstas ”era el de la Nena del Banjo, que había sido dueña del más famoso prostíbulo de la calle San Camilo de Santiago de Chile por allá por la década del 60” (pág. 59). La primera de estas singulares cartas la había escrito Donoso en Madrid con fecha del del “1° de febrero de 1980” (pág. 59), habiendo sido redactada la última, es decir, la doce el “23 de mayo de 1980” (pág. 60) asimismo en Madrid. Diciendo algunas de las últimas líneas de ésta: «“compré casa en Chile y regreso la última semana de Septiembre, con mi familia para instalarme allá. Un paso muy importante después de casi 20 años de exilio ‘voluntario’“».

En la página 61 se alude a “Rafael de la Dueña” (Bibliotecario del Instituto Cervantes de Viena) y el escritor de la capital de Austria termina hablando del enciclopédico ”Dr. Ángel Díaz Arenas” (un servidor), cerrando así una búsqueda deseperada, tenebrosa e infructuosa de depósitos de literatura chilena. De este modo y acertadamente muestra la probreza de literatura latinoamericana en casi todas las bibliotecas de Europa (1997), aunque él hace sólo recuento de los libros buscados (y no hallados) en Austria y Múnich. Así que el último recurso que le queda para surtirse de éstas es meterse en ”Internet” (pág. 62).

Y es a partir de la página 63 que saltan y proliferan las respuestas, contrarrespuestas y discusiones informatizadas. En la página 68 y en la pluma-ordenador de ”Juan desde Madrid” vuelve ahablarse de un libro de Eduardo Labarca: «Y tu ”Butamalón”, Eduardo es una espectacular novela histórica postmoderna». Volviéndose a hablar (no faltaba más) de Eduardo en el ordenador de ”Deborah desde Sidney” (pág. 70):

Y nuestro preguntador de hoy, Eduardo Labarca, que sigue escribiendo en Viena y publicando en Espan”a, de que generación es?

La serie de fogonazos de Internet cesa en la página 74 y lo único que posee el escritor de Viena es un cúmulo de nombres. Pero un sinnúmero que hace un balance muy crítico de la literatura chilena de los años 90 en el mundo y como consecuencia posee su valía. Aunque lo importante es el contenido de los libros y no su sola presencia y existencia.

Pero entre tanta confusión y nombres ignorados recibe el escritor de Viena un “viernes pasado” (pág. 75) un mensaje coherente (el correo indicado no conduce a ningún sitio):

He visto que quieres leer las novelas chilenas. Visita mi página web:
http://www.libros.chi.edu

Siendo en esta página 75 donde el lector aprende lo que ya sabe Eduardo:

Ante los ojos del escritor de Viena la pantalla desgrana los títulos de 168 novelas, 27 recopilaciones de cuentos, 19 libros de crítica y los nombres de 72 autores cuyas biografías y fotos pueden obtenerse en la página.

En la página 77 el escritor de Viena se autextualiza citando su propia obra, tomada de Internet: “El turco Abdala“, “Acullá“, “Butamalón“, aludiendo a éste nueva y metafóricamente en la página 78: “Cuando la novela histórica mayor salida de la pluma del escritor de Viena volvió a aparecer en pantalla, su trasnochado autor procedió con recato a borrarla: CLOSE, clic“.

En la página 79 hay un “solo”, equivalente a “solamente” (numeral), que tal vez debiera llevar acento: “sólo”. El título de la novela de “Diamela (Eltit), sudacas”, quizá debiera ir escrita con mayúscula inicial: “Sudacas”. Sobre todo que esta escritora parece ser una bastante famosa como escribe Internet: «Diamela Eltit es una escritora y profesora de castellano que nació en Santiago de Chile en 1949. Aunque la mayor parte de su vida ha estado dedicada al mundo de las letras (ámbito en el cual alcanzó una gran popularidad a nivel internacional), esta mujer que, tras estudiar Literatura en las universidades de Chile y Católica, respectivamente, publicó varios ensayos y novelas (muchos de las cuales han sido traducidos a numerosos idiomas), se animó a crear algunos guiones de cine y ha desarrollado su faceta docente en la Universidad Tecnológica Metropolitana. También ha acumulado experiencias vinculadas al terreno diplomático ya que, durante varios años, fue agregada cultural de la Embajada de Chile en México. Las aptitudes literarias de esta autora que, en 1979, fundó junto a algunos colegas el Colectivo de Acciones de Arte (CADA) han quedado plasmadas en obras como “Una milla de cruces sobre el pavimento”, “Lumpérica” (trabajo definido por su creadora como una novela “rota, fragmentada y con múltiples puntos de entrada” cuyo nombre surge de la combinación de Lumpen y América), “Por la patria”, “El cuarto mundo”, “Vaca sagrada”, “Los vigilantes” , “Los trabajadores de la muerte”, “Mano de obra” y “Jamás el fuego nunca”, etc. son otros de los títulos que forman parte de la producción literaria de esta escritora y docente chilena. Persona que, a lo largo de su trayectoria, ha compartido sus conocimientos en diversas conferencias ofrecidas en países como Alemania, Estados Unidos e Inglaterra, al mismo tiempo que ha preparado textos para publicaciones como, por ejemplo, la revista “Crítica Cultural”». Sobre esta escritora opina (en compañía) el escritor de Viena en la página 80 de su módulo:

No obstante, Diamela Eltit desbrozaba un nuevo territorio en cada una de sus obras y unos pocos, como Irene Geis y Oscar Wittke , en su novela Valparaíso, osaban violentar el lenguaje, con resultados por cierto disparejos. La decantación del tiempo mostraría a la larga qué autores y cuáles obras de esa narrativa habrían de perdurar.

Incluso en este texto hay abundantes datos temporales circunstanciados que indican días de semanas y horas, pero nunca meses y mucho menos años. Véase: “El reloj indicaba las 4 de hoy miércoles 21 y una nueva madrugada comenzaba a clarear“ (pág. 80). Pero todo esto se aclara cuando volvemos a la página 55 y leemos parcialemente su nota 5: “Módulo presentado el 21 de mayo de 1997“. O sea que la carta que el escritor de Viena escribe al Director del Instituto Cervantes de dicha ciudad –“Sr. D. Juan Gutiérrez Cuadrado”-, renunciando a leer su conferencia, “debido a una fulminante intoxicación“ (pág. 81), es sólo una falacia y una broma informática e informatizada.

Si miramos este texto con detenimiento constatamos que éste es el módulo más largo, 26 páginas (repetimos: 55-81), y evidentemente demasiado largo para dar una conferencia (12-14 páginas), lo que quiere decir que ha sido profundamente reelaborado. Es de pensar que Eduardo Labarca habría podido escribir un muy buen artículo y bien documentado sobre el difunto José Donoso Cortés y sus doce cartas. Pero ha optado por lo escrito. El problema que puede plantearse con un escrito de esta índole es que únicamente puede utilizarse como ayuda (herramienta) y en ningún caso como documento. Es más, una gran parte de las referencias textuales que aporta el escritor de Viena podrían tomarse perfectamente (como él ha hecho) de Internet, de las solapas de los libros que él menciona y también de las informaciones que las editoriales ofrecen sobre los contenidos de los libros que editan.

Además, el frecuente autorreferenciarse (aunque es lícito cuando no se tienen abuelos) niega y contradice de algún modo la utilidad y fin de los módulos: Desaparecer. Es más, este texto, como los otros, ha sido concebido como unidad docente y universitaria y algo lejos de la lectura de masas. Veamos su página 80 y términos como “narrador omnisciente“ , “estructura cronológica lineal“, “El narrador no fiable (ficticio)“, “la multiplicidad de voces“ (polifonía textual ), “puntos de vista“, etc. Sin olvidar referenciar nombres de rango como el del lingüista “Jakobson” o el novelista y teórico experimental “Vladimir Nobokov“ (pág. 55), etc.

Como dicho, nos parece una unidad buena de guía, pero evidentemente falta la documentación textual analítica que probablemente no estaba pensada y mucho menos proyectada: Es un buena guía y basta.

5. «Un viaje hacia Múnich» (págs. 83-104)

Este escrito, módulo o nódulo lleva una nota 6 a pie de página (que ya conocemos y repetimos contextualmente) que dice: “Módulo presentado el 24 de octubre [viernes] de 1997 en el Instituto Cervantes de Múnich, Alemania, con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Ernesto Che Guevara”.

Ya hemos hablado en el escrito precedente que conocimos a Eduardo Labarca en alguna fecha de finales de 1996 o inicios de 1997, siendo éste el momento en el que nació la idea de que el escritor y periodista (a más de traductor) escribiera este artículo o capítulo y lo presentara al público en el Instituto ya dicho.

Tal vez convenga ya resaltar desde el inicio algunas frases que Labarca escribe en la página 83:

Quería evocar mi presencia en Bolivia como joven periodista hace 30 años. Hablarles de los días en que asistía como corresponsal de mi diario chileno [El Siglo] al juicio militar que se efectuaba en la localidad de Camiri al intelectual Régis Debray ,…
Siendo durante los días de este proceso que los periodistas presentes en Camiri llegan a saber del acontecimiento de la muerte del Che y todos intentan ganar la carrera para llegar los primeros a Vallegrande y más exactamente al pueblicito (hasta aquel momento desconocido en el mundo) La Higuera donde fue asesinado el guerrillero argentino. Leamos algo de lo escrito en la página 84:

Mi viaje por tierra de Camiri a Vallegrande en una movilidad, nombre que los bolivianos dan a los vehículos todoterreno, también debía formar parte de esta conferencia. A ello se agregarían los detalles de mi permanencia de tres días como único periodista extranjero en Vallegrande y de mi crónica publicada en un modesto diario chileno el 23 de octubre de 1967 , en la que revelé –nadie lo había hecho hasta entonces– la forma en que el Che había sido apresado con una herida de poca gravedad en la pierna, llevado en camilla a La Higuera y ultimado al día siguiente con la ráfaga de un fusil automático por orden dada desde La Paz por el presidente Barrientos y su cúpula militar. Entonces escribí: “El Che fue herido en la pierna en la quebrada de Yuro (...) el domingo 8 a las 15 horas. Murió el lunes 9 en La Higuera a las 13 horas. De allí fue trasladado a Vallegrande amarrado en una lona fuera de la cabina al esquí derecho del helicóptero tripulado por el mayor Niño de Guzmán. (...) Durante el vuelo la sangre fresca del Che chorreaba sobre la selva.”

Y he aquí que este módulo que debería haber tratado sobre el Che (como acabamos de ver) cambió de derrotero y tema y esto ocurrió en el viaje que Eduardo inició el jueves 23 de octubre de 1997. Cambiando éste completamente el título de la mesa programada que en vez de titularse “La muerte del Che en La Higuera 30 años después”, termina llamándose “Un viaje a Múnich”.

Y de este modo empieza a hablarse de un “viaje olvidado de octubre de 1966“ (pág. 85) desde “Praga a Viena“, precisándose algo más esta fecha en la misma página 85: “25 de octubre de 1966“. Siendo aquí “donde comienza esta historia“ (dice el autor-narrador), empezando ésta realmente con la llegada de dos viajeros más al mismo compartimento de tren y que van juntos. El narrador les bautiza, al más joven, unos “30 años”, de “el Guardaespaldas” (pág. 86) y al mayor “el diplomático” (pág. 87), pasando a denominarse el más joven en la página 88 “el Secretario”.

Es evidente que todo lo que escribe Eduardo Labarca es culto y rigurosamente histórico: véanse los nombres que cita en la página 90: “Régis Debray”, “Elisabeth Burgos”, “Medina” (Venezuela), “Turcios Lima” (Guatemala), “el chino-peruano Chang”, “el legendario colombiano Manuel Marulanda, «Tiro Fijo»”, etc., para cerrarse la parrafada en la próxima página, citando el libro de Debray que ya conocemos: “Revolución en la revolución“ (1967). Clausurándose el viaje en tren y la conversación (entre “Praga y Viena”) con los “uruguayos no uruguayos” en la página 93 (cuando llegaban a la “Sudbahnhof” –pág. 92- de Viena):

Los uruguayos subieron a un taxi, la puerta se cerró y el automóvil se alejó por el pavimento mojado.

Y es en esta misma página 93 y después de una reflexión sobre los “uruguayos no uruguayos” que el lector hace conocimiento de los nuevos acompañantes de viaje del narrador, pero esta vez el viaje les conduce de Viena a Múnich y no en 1966, sino en 1997: exactamente el jueves 23 de octubre, es decir, 31 años después. Apareciendo en este nuevo contexto “un enorme maletín” que lleva en su interior una serie de biografías (¡ATENCIÓN!) y documentos de los más preciados y valiosos sobre el Che Guevara y cuyo “dueño (…) era un hombre de mi edad [1997-1938: 59 años], de rostro duro y cabello y bigotes demasiado negros para ser naturales. El otro, al que hasta ahora no había observado, andaría en los 70 y poseía la impresionante cabellera blanca de un león anciano”, al que denomina “el viejo”. Siendo el más joven el que le está leyendo al viejo un capítulo preciso “de la flamante biografía del Che de Paco Ignacio Taibo II” , exactamente el “capítulo en que Taibo cuenta el viaje del Che a la URSS en 1964 y sus críticas ante los estudiantes cubanos de Moscú al sistema económico soviético y especialmente a la autogestión, al pago de estímulos materiales a los trabajadores y a la aplicación bajo el socialismo de la ley del valor” (pág. 94).

Y como esta lectura del “joven” al “viejo” trata el mismo tema que la conferencia que Labarca proyecta ofrecer en Múnich le molesta y le impide concentrarse en su preparación , decide él ofrecérsela gratuitamente a sus acompañantes de compartimento que de este modo abandonan la lectura del libro de Paco Ignacio Taibo II y le escuchan atentamente.

Y es en la página 97 que el lector lee una frase resumidora del destino del Che: “Con los ojos abiertos y las pupilas opacas posadas en las mías, el Viejo escuchaba complacido mi alabanza del Che. Pero mi discurso tenía que pasar ahora del Che de todas las victorias al Che que fuera de Cuba se convierte en el Che de todas las derrotas”. Y es en este párrafo de un Che perdedor que se alude a la «Carta de 1ro de abril de 1965» del Che Guevara en la que escribe y envía a Fidel Castro y que éste leyó al mundo entero (respetamos la grafía de su redacción):

Habana. Año de la Agricultura

Fidel:

Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos.

Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere [si es verdadera]. Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.

Hoy todo tiene un tono menos dramático, porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber que me ataba a la Revolución Cubana en su territorio y me despido de tí, de los compañeros, de tu pueblo, que ya es mío.

Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos.

Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en tí desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.

He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis Caribe.

Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.

Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.

Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y dolor: aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fé que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.

Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo y que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he estado siempre identificado con la política exterior de nuestra Revolución, y lo sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.

Tendría muchas cosas que decirte a tí y a nuestro pueblo, pero siento que son innecesarias; las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.

HASTA LA VICTORIA SIEMPRE. ¡PATRIA O MUERTE!
Te abraza con todo fervor revolucionario.
Che

Con estas palabras hace el Che Guevara un balance du su vida pasada, llevándole su próximo paso a África.

Y es en este marco del Che que el tren llega a la frontera Austria-Alemania y aquí sube al vagón un turista, “Flotando en sus Adidas, un mochilero japonés llegó a sentarse junto a mí: en el centro de la camiseta roja llevaba el rostro severo del Che. El Viejo lo observó benevolente, pero cuando el ritmo penetrante del rock se filtró de los audífonos del walkman, su rostro tuvo un pellizco de desprecio” (pág. 99). Adquiriendo de este modo el cuento una dimensión teatral y folklórica chevarista.

Aprendiendo el lector en la página 103 de este escrito y escritor que “El viejo, el Lector, yo” (pág. 102) son exactamente los mismos que los del viaje “Praga-Viena” de hace “31 años”), es decir, “el Guardaespaldas” o “Secretario”, “El Diplomático” y Eduardo Labarca de aquel viaje de antaño en tren iniciado el “25 de octubre de 1966” en la estación de Praga rumbo a Viena. Y ya casi al final de esta historia que dice el narrador en el salto de las páginas 103-104: “Y al entrar aquí hace un momento [en la Biblioteca del Instituto Cervantes de Múnich] con mi flamante legajo todavía caliente [de la impresora] en la mano, lo vi. El Viejo estaba sentado allí atrás con su cabellera blanca entre el público: solo, en silencio, a la espera de mi modesta conferencia”, diciendo Eduardo Labarca a continuación:

Pero antes de que dieran las 5 comenzó, como muchos de ustedes advirtieron, a toser. Tosió, tosió, tosió, tosió. Llegó el Lector y al encontrarlo sin aliento ayudó al asmático anciano a caminar hacia esa puerta. Pero antes de sacarlo prácticamente a rastras de la sala, le pasó lo que parecía ser un nuevo billete de tren. Entonces el Viejo sacó por primera vez de los bolsillos de la gabardina sus antebrazos y con las pinzas de cangrejo de dos prótesis tomó el boleto, miró la hora en el Rolex de su muñeca metálica y salió lentamente por esa puerta.

Sólo nos queda por añadir para completar el cuadro un párrafo de la página 100 que dice:

¡A mí el Che histórico cada vez me interesa menos! –exclamé [dice Eduardo Labarca] para mis adentros–. Del Che sólo puedo hablar con pasión. Para mí el Che que vale y perdurará es el Che mítico, el de la camiseta de este japonés.

Ésta es la historia del Che que Eduardo Labarca preparó para leer y que leyó en Múnich, es decir, algo que se acerca a la vida del Che, pero que no la cuenta. Sin embargo, sí puede completarse con la lectura de los documentos que se mencionan en la página 93 de este módulo: “Mientras tuvo el maletín abierto vi alineadas en su interior, junto a otros papeles prolijamente ordenados, la biografía del Che de Jorge Castañeda , la de Pierre Kalfon y la de Jon Anderson , y los cinco tomos de documentos sobre el Che publicados en Bolivia por Carlos Soria Galvarro , libros que yo había devorado en las últimas semanas estimulado por el interés que despertaba el trigésimo aniversario de la muerte del guerrillero”.

Es evidente que en este módulo se le dan pistas y se le ofrecen títulos de documentos al lector para que se informe, pero en el fondo no se dice quién fue el Che Guevara. Éste es un módulo para conocedores, pero no para sólo interesados que desean saber quién fue el Che, que es algo de lo que suplimos e hicimos nosotros como organizadores y modestos moderadores. Así que repetimos, aunque ha transcurrido el tiempo (1997-2011: 14 años), algo de lo dicho aquel día ya lejano. A saber: Ernesto Che Guevara de la Serna nació en Rosario (Argentina) el jueves 14 de junio de 1928 y murió violentamente en La Higuera (Bolivia) en 1967. Estuvo casado dos veces. La primera con la peruana Hilda Gadea Acosta (1925-1974) con la que tuvo una hija: Hilda (Hildita) Guevara Gadea (1956-1995). La segunda lo hizo con la cubana Aleida (Josefina) March Torres (*1937) con la que tuvo cuatro hijos, entre los que se encuentra Aleida Guevara March.

Él proviene de una familia de terratenientes bien acomodada que se trasladó de su lugar de nacimiento a Buenos Aires cuando él contaba la tierna edad de sólo dos años. Sus padres eran Ernesto Rafael Guevara-Linch (1900-) y Celia de la Serna y Llosa (1906-2007). Siendo en dicha capital argentina donde padeció su primer ataque de asma, enfermedad que le acompañaría durante toda su vida.

Después vivió en Altagracia y Córdoba; en esta última ciudad estudió el bachillerato y practicó algunos deportes para superar su precoz dolencia respiratoria. En 1946, -con el bachillerato ya terminado- se trasladó junto con su familia, nuevamente a Buenos Aires, donde fue declarado no apto para el servicio militar. En 1947 se matriculó en la Facultad de Medicina y participó en diversas manifestaciones contra la política de Juan Domingo Perón (1895-1974).

En 1951 interrumpió sus estudios universitarios y se marchó en compañía de su amigo íntimo Alberto Granado a recorrer en moto América Latina para conocer sus estructuras económicas, políticas y sociales. Fruto de este viaje es su libro, aparecido póstumamente: Mi primer gran viaje. De la Argentina a Venezuela en motocicleta. De vuelta a Buenos Aires terminó sus estudios y se doctoró en medicina en 1953, especializándose en enfermedades de la piel y alergias.

A continuación marchó a Bolivia a estudiar los intentos de reforma agraria y, tras recorrer Perú, Ecuador, Panamá y Costa Rica, pasó a Guatemala, donde apoyó a Jocobo Arbenz (1913-1971). En este país intentó formar un grupo armado para luchar contra la invasión estadounidense de 1954. Al fracasar esta intentona tuvo que refugiarse en la Embajada de Argentina de dicho país. En este mismo año marchó a México donde conoció a Fidel Castro, su hermano Raúl y a los exiliados cubanos del «Movimiento 26 de julio» (M-26-7), a los que se unió para combatir a la dictadura de Fulgencio Batista (1890-1973). El 2 de diciembre de 1956 participó en el desembarco del «Gramma» en Cuba y fue uno de los doce sobrevivientes que organizaron la guerrilla en Sierra Maestra.

Por méritos de guerra fue nombrado Comandante y al mando de la columna Ciro Redondo (municipio) invadió Las Villas y junto con la columna de Camilo Cienfuegos (1932-1959) atravesó la isla, entrando triunfante en La Habana el jueves 1 de enero de 1959. Exactamente una semana después -el jueves 8 de enero de 1959-, lo hizo asimismo Fidel Castro.

El Che Guevara en el nuevo gobierno de Castro desempeñó diversos cargos como el de Director del Servicio de Industria del Instituto Nacional de Reforma Agraria y posteriormente el de Presidente de la Banca Nacional. A continuación fue Ministro de Economía (1959-1961) y después de Industria (1961-1965).

Representando al Gobierno Revolucionario Cubano realizó varios viajes por los países afroasiáticos y socialistas (Checoslovaquia, Rusia, China Popular, etc.). Incluso presidió la delegación cubana en la conferencia de Punta del Este en Uruguay (1961) y en el seminario de planificación de Argel (1963). Tras una gira por África negra y de vuelta a Cuba desapareció de la vida pública.

Hacia mayo de 1966 regresó clandestinamente a La Habana y meses más tarde pasó a Bolivia. Su llegada a este último país viene contada de la manera siguiente por Adys Cupull y Froilán González en la página 1 de La CIA contra el CHE :

El 3 de noviembre de 1966 el comandante Ernesto Che Guevara de la Serna llegó a la ciudad de La Paz, capital de Bolivia, con un pasaporte expedido en Montevideo a nombre de Adolfo Mena González de nacionalidad uruguaya.

En este país formó un grupo internacional guerrillero, denominado ELNB e intervino en varios combates, logrando algunas victorias sobre el ejército boliviano. El domingo 8 de octubre de 1967 los militares descubrieron su cuartel general en Ñancahuazú (parece ser que fue denunciado por algunos campesinos). En el Cañón de Yuro, durante un combate con las fuerzas gubernamentales bolivianas que estaban adiestradas (y apoyadas) por los rangers norteamericanos, fue herido por dos balas en la pantorrilla de la pierna izquierda y hecho prisionero. Ese mismo día fue trasladado a una escuelita de La Higuera, donde al día siguiente -lunes 9 de octubre de 1967-, fue asesinado por sus captores.

Los últimos instantes de la vida y primeros de la muerte de Ernesto Che Guevara vienen presentados por A. Cupull y F. González en las páginas 143-144 de su libro de la manera siguiente:

Nuevamente los oficiales [Carlos Pérez y Bernardino Huanca] y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que disparara. A los periodistas les contó que él cerró los ojos y disparó, después hicieron lo mismo el resto de los presentes. Ya habían pasado unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de 1967. El agente de la CIA Félix Ramos disparó también sobre el cuerpo del Che.

Existe una «fotografía que figura en el artículo de Eduardo Labarca» que lleva escrita una leyenda escrita en su parte inferior que dice: «PORTANDO todavía una casaca () y el pantalón con el que fue exhibido a la prensa internacional, el cadáver del Guevara aparece aquí en la única fotografía tomada en la localidad de Higueras, antes de ser trasladado en helicóptero a Valle Grande, en la tarde del lunes 9 de octubre de 1967. La casaca y el pantalón no presentaban perforaciones, lo que prueba que después de ser asesinado le cambiaron la ropa al cadáver». En ésta se le ve de perfil y con la parte superior de su cuerpo cubierta con una camisa oscura y parece reposar sobre algo así como una camilla o andas para transportar heridos, enfermos y muertos. Ya no está en la habitación de la escuelita donde estaba, sino que parece reposar al aire libre. Detrás de él hay un grupo de ocho militares que posan para el fotógrafo, teniendo como primer plano el cadáver acostado del Che.

Todos sus haberes (pesos bolivianos, dólares americanos y canadienses, su pluma estilográfica Parker, dos relojes de pulsera, su anillo, su carabina de combate, etc.) le fueron robados, excepto sus mocasines que estaban tan deteriorados que nadie los quiso. Incluso le fueron cortadas sus manos. Léase sobre las aventuras y desventuras de estas manos amputadas el artículo de María Seoane , cuyas primeras líneas dicen:

Tres policías argentinos viajaron a ese país para comprobar que el guerrillero asesinado el 9 de octubre de 1967 era Guevara. Por primera vez, cuentan la historia de cómo tomaron las huellas de las manos del Che, amputadas por orden de la CIA. El misterio que aún envuelve a esas manos.

Éste es el módulo de Eduardo Labarca y las adiciones de un servidor y ésta es de algún modo la historia resumida del Che Guevara.

Para crédulos e incrédulos: “Colorín colorado este cuento se ha acabado”

Ahora bien, lo que Eduardo Labarca no vivió ni llegó nunca a saber, porque una vez terminado el acto desapareció corriendo con un grupo de compatriotas chilenos que le estaban esperando, que un servidor (organizador y moderador del acto) cuando vio salir “al joven” y “al viejo” se apresuró ir a despedirlos (si no desean creerlo no lo crean) y estrechó calurosamente “las pinzas [heladas] de cangrejo de dos prótesis” del “Viejo”. Y es entonces cuando éste me dijo calurosamente y abrazándome: Raúl Ruz (Castro) me ha hablado bastante de Vd. y sobre todo de aquel día que estuvieron departiendo amistosamente en Varadero (cerca de los Chalecitos de los Astronautas) y de la conversación que tuvo también con el hoy (29.07.2011) ya difunto Antonio Gadés (1936-2004), quien pasaba largas temporadas en aquel paraíso. Y aprovechando estos segundos fraternales y de intimidad me recordó que “el Rolex de su muñeca metálica” así como la pluma Parker que llevaba en el bolsillo de su chaqueta eran trofeos recuperados después de su supuesta muerte. Eso sí: se quedó sin manos, pero con la ciencia moderna no se sabe. Tal vez cuándo se celebre el centenario de su muerte hará presencia con ellas. ¡Nos veremos ese día Eduardo, Ángel y yo en el pueblecito La Higuera! Me gritó cuando ya bajaba las escaleras.



6. «Cómo escribir un bestseller en el siglo veintiuno» (págs. 105-126)

Como de costumbre este escrito lleva una nota 7 a pie de página que dice: “Módulo presentado el 27 de febrero de 1999 en el simposio Literatura chilena hoy – La difícil transición , convocado por la Universidad Católica de Eichstaett (Alemania)”.

Siendo en la página 106 donde se anuncia el comienzo de esta historia: “Esta historia comienza en Santiago de Chile en 1976, hace 24 años. Para no alargarme haré algunas descripciones en forma telegráfica”. Y en la página 107 se anuncia la reciente aparición de la novela de Gabriel García Márquez (Gabo), “Crónica de una muerte anunciada” (y el éxito por ésta obtenido), siendo en esta misma página en la que se reitera casi autotextualmente una parte del título de este módulo: “¿Cómo se escribe un bestseller?”.

La primera fecha de este escrito dice en su página 106, “Miércoles, 21 de febrero de 1976”, siguiéndole a continuación un lugar geográfico concreto, “Santiago”, y se fija incluso una estación precisa del año: “verano caluroso”. Siendo al final de la página 107 que se anuncia otra fecha puntual: “último día de febrero, domingo 29, porque estamos en año bisiesto”, cuya anualidad se concreta al inicio de la página 108: “Domingo 29 de febrero de 1976”.

Siendo en esta misma página en la que se citan una serie de nombres de autores que van desde “Aristófanes” (444-385 a. J. C.) hasta “Edgar Rice Burroughs” (1875-1950). Y en la página 111 se ofrecen títulos de libros y nombres de autores entre los que se halla uno de cuidado: “Umberto Eco.” E incluso el lector aprende que el grupo potencial de escritores del futuro al que él pertenece se llama “Los Cinco”.

La próxima fecha que el lector aprende es la del “Viernes 29 de febrero de 1980” (pág. 111) y es en ésta que se hace un resumen del destino de estos “Cinco” (a los que conviene sumar dos gastrónomos), así pasados cuatro años, y ninguno de ellos reside y vive ya en Chile. Veamos: Celsa y Douglas poseen un “bar-restaurante, La barcarola, en Berlín”, 1) Tucho Lagos hacía una “maîtrise con Barthes en París, antes de que el profesor fuese atropellado”, 2) Isabel Aliende es periodista en Colombia “y ya envió a Barcelona el manuscrito de su primera novela”, 3) Antonio Skarpa (‘scarpa’ zapato en italiano) vive en Zurich y se “gana la vida de locutor en español”, 4) Luis Sepur “busca trabajo en Alemania” y 5) Eduardo Labarca parece ser que “Me gano la vida en Viena, escribiendo en español”, obras que “Se publican bajo el seudónimo Carlina Verdugo” y trabaja “para el grupo Editorial Palmeta de España”, es decir, Planeta.

Bien, ésta es la situación inicial de estos “Cinco”, cuyos reales nombres completos podrían decir:

Tucho Lagos parece ser que es Luis Lagos,
Isabel Aliende es Isabel Allende,
Antonio Skarpa es Antonio Skármeta,
Luis Sepur es Luis Sepúlveda y
Eduardo Labarca es quién es: Eduardo Labarca.

Es decir, todos ellos son escritores de nombre y renombre que han triunfado. El único que se nos escapa de nuestra red de pescar y atar cabos sueltos es el primero, Tucho Lagos (Luis Lagos), quién a decir verdad no sabemos a ciencia cierta quién es, aunque hallamos logrado localizarle.

Y es en la página 113 que se reitera nuevamente el tema de orinar e incluso (disculpen cagar) en tumbas ajenas:

Cuando se publique [el narrador alude a su obra sobre Salvador Allende] seré tanto o más famoso que [Pablo] Neruda [1904-1973], del mismo modo que Victor Hugo superó a su padre literario Chateaubriand ante cuya tumba Sartre se limitó a orinar con indolencia. Yo en la Isla Negra fui a la tumba de Neruda y dije: “Seré más que Neruda”. Y ahí mismo oriné e hice algo más contundente todavía.

La próxima fecha que el lector aprende es la del “Miércoles 29 de febrero de 1984” (pág. 114) e incluso se le ofrece un lugar, “El Boligrafo, bar-restorán de moda en Santiago, calle Villavicente”, que pertenece a los dos indestructibles del grupo: Celsa y Douglas. Siendo en el salto de las páginas 114-115 que el lector aprende que Isabel Aliende [Isabel Allende Llona (*1942)] abandona el grupo por el éxito obtenido con su novela enviada a Barcelona; ésta debería ser La casa de los espíritus (1982), y su autora está haciendo una campaña publicitaria de la mano “de la Superagente Catalana [Carmen Balcells (*1930)], quien olió el besteseller” (pág. 115). De modo que «Al Bolígrafo llega un cartero con un telegrama dirigido a “Grupo Literario Los Cuatro”. Firma Isabel Aliende». Se incluye incluso un resumen de su “besteseller” triunfal y se describe la “Caricatura de Isabel Aliende muy pizpireta” (pág. 114) que ilustra la parte baja de la “Revista de Libros de El Mercurio”. Y es en este contexto literario que se habla de “ópera-salsa” (pág. 113) que está escribiendo Eduardo Labarca y que trata de Salvador Allende (su nombre se repite 7 veces en esta página) y del que vuelve a hablarse en la página 116: “Allende ópera salsa”.

En este mundo lleno de tribulaciones y de términos como “Intertextualidad” (pág. 114) no podía faltar la presencia de “Tucho que ha venido de París donde hace un doctorado con Foucault”, ya que, como sabemos el semiólogo francés, Roland Barthes (Cherburgo, 12 de noviembre de 1915) falleció en París (el 25 de marzo de 1980), víctima del atropello de una furgonete de lavandería; la prensa escribió al respecto:

“en febrero de 1980, al salir de un almuerzo en compañía de políticos e intelectuales socialistas, Barthes fue atropellado por un camión de lavandería mientras atravesaba la calle enfrente del Collège de France. Aun cuando se recuperó lo bastante para recibir visitas, murió cuatro semanas después.”

Curiosamente Tucho (que parece ser bastante “gafe”) se queda nuevamente sin profesor, ya que Michel Foucault (nacido en Poitiers el 15 de octubre de 1926) fallece en París exactamente el 25 de junio de 1984, es decir, un par de meses después de estar él en Chile y aprender el éxito literario de Isabel Allende: “Miércoles 29 de febrero de 1984” (pág. 114).

Ahora bien, de la mano del incógnito y oscuro Tucho el lector penetra en un mundo narratológico de los más envesados. Ya hemos leído la palabra “Intertextualidad” en la página 114, pero esto es sólo el inicio y veamos otras que rezan en la misma página como “carnavaliza” , “fic-ción” , etc. y sigamos con un par de términos y expresiones que figuran en la 116: “voces narrativas homodiegéticas y heterodiegéticas” (Genette), “desplazamiento del punto de vista” , “prolepsis” (Genette), etc.; sin que falte la presencia de Ezra Pound (1885-1972), llegando incluso a hablar en la 117 de “un narrador omnisiciente” (F.K. Stanzel, Á. Díaz), es decir, Dios todopoderoso.

Y al principio de la página 117 se anuncia: ”Nos vemos dentro de cuatro años”, es decir, el “Lunes 29 de febrero de 1968”, como viene escrito dos líneas después. Y en este punto del desarrollo de esta “historia” en la “historia” sabemos que ya no existe ni el “Grupo Los Cinco” (deserción de Isabel), sino el de los “Cuatro”; pero cuando leemos «Santiago, El bolígrafo. Nos espera un fax dirigido a “Grupo Los Tres”» (pág. 117) comprende el lector que ha habido otra deserción y esta vez es la de Luis Sepur [Sepúlveda (*1949)] que “Inaugura a esta hora el Congreso de Escritores Iberoamericanos en el gran anfiteatro de la Universidad Complutense”. Y se sigue aprendiendo que “Su novela selvática ganó un premio en España y, traducida al francés y al alemán por obra de la Superagente Catalana, encabeza las listas de venta de esos países y, de rebote, también en España, América Latina, Chile”.

Es de pensar que en este caso preciso se alude a Un viejo que leía novelas de amor, novela que apareció en 1988, y cuya acción transcurre en la selva ecuatoriana, en el mundo de los indios shuar o jíbaros, y que ha recibido el premio Tigre Juan (18.12.1988) y otras distinciones internacionales, además de haber sido traducida a catorce idiomas. Ya sabemos que este autor residió en Alemania (Hamburgo), donde fijó su residencia en 1980, trabajando como escritor y periodista. Y en este contexto, incluso nuestro amigo el “gafe” y asesino indirecto de profesores (Tucho) dictamina: “Texto depurado, sin alardes formales. Aventuras amables con uno que otro balazo contadas en pasado directo por un narrador omnisicente”, a saber: Un hombre que ya viejo y en su soledad permanece atento a la destrucción de su mundo, mientras se refugia en su lectura de novelas de amor, único escape a toda la barbarie y mentiras del hombre blanco. No olvidemos citar en esta línea la novela de Gabriel García Márquez que se titula Memoria de mis putas tristes (2004).

A continuación Antonio habla “Sobre la publicación en Chile de su novela del deportista” y la página 117 se cierra con un “hasta dentro de cuatro años”, lo que conduce al lector al ”Sábado 29 de febrero de 1992” (pág. 118). Y es en esta misma página que el consumidor aprende que el “Grupo” se ha reducido a “Dos”, de modo que ya no necesitan ni “mesa en El Bolígrafo”. Y es ahora cuando “Suena el teléfono, atiende Celsa. Es Antonio Skarpa avisando desde un aeropuerto de Europa que no puede llegar: hoy inaugura en Florencia el Congreso de Escritores Iberoamericanos y mañana vuela a Nueva York, donde Simon and Schuster lanza medio millón de ejemplares de su novela del deportista desquiciado”.

Antonio Skármeta (*1940) es el autor de la novela La velocidad del amor (Match Ball) (1989) que debería ser la obra a la que aquí se alude y que según el texto su autor “vendió su alma al diablo cuando la Superagente catalana aprovechó el escándalo del dopaje en los juegos Olímpicos”, así que este cineasta, escritor y profesor (todavía no Embajador –2000-) vuela “Pasado mañana (...) a Los Angeles, donde la superproducción cinematográfica basada en el libro ha sido nominada para el Oscar. Pide que le demos de baja y que sigamos como Grupo Los Dos”.

El tema de este relato-película es (según su sinopsis) que “Para el doctor Raymond Papst su vida cómoda y tediosa no tiene otra emoción que jugar, de vez en cuando, un partido de tenis con su suegro. Hasta que a los cincuenta y dos años el destino pone en su camino a Sophie Mass que, con quince años, se revela como una de las promesas de dicho deporte. Pero también es un torbellino erótico que entra en la existencia autocomplaciente y patética del médico para hacerla pedazos”.

Pero debido a tanta protesta y desprecio de Eduardo Labarca, “Tiros y cachas”, Douglas decide negar a los dos sobrevivientes el lugar de encuentro y les dice en la página 118:

No quiero aquí escritores amargados que hablen mal de mis amigos. Búsquense otro lugar para la próxima reunión.

Y así llega el lector (así pasados cuatro años) en la página 119 al “Lunes 29 de febrero de 1996” y “Solo Tucho Lagos y yo en el Café Central de Viena: el Grupo Los Dos. Echamos de menos a Douglas y a la Celsa”. Y Tucho Lagos le comunica “de paso hacia un simposio en Budapest, (...) que acaba de sacar en París un doctorado de Estado con la Kristeva. Nada más tiene que hacer en Francia y se muda a Barcelona a dirigir una nueva colección de la editorial Alfagrama”, es decir, hablando claro y castellano Anagrama. Es evidente que este Tucho no ha cejado y ha terminado en las manos de Julia Kristeva que no ha hecho mucho, pero de la que se habla mucho, “Tiros, faldas y cachas”, y autora de un bastante buen libro sobre intertextualidad: El texto de la novela.

Y ahora que el oscuro Tucho Lagos ya es doctor y trabaja en una editorial catalana en España le propone publicar a Eduardo Labarca con él su “Allende ópera salsa” (pág. 119), lo que termina siendo un éxito absoluto, a causa “de la detención de Pinochet en Londres” (pág. 123), lo que ocurrió el 16 de octubre de 1998. Así que este libro exitoso gana “el Premio Palmeta y fue lanzado con bombos y platillos” (pág. 123) por la Editorial concesora del Premio, pero llevando como nombre de autor el seudónimo “Carlina Verdugo”. Así que este libro “Está en primera plana de las listas de ventas del El País y del ABC. Corren estrambóticos rumores acerca de la misteriosa autora (...). Hollywood compró los derechos y la ópera se presentará en el Carnegio Hall...”

Pero para sacar partido al escrito le propone Tucho Lagos (que no por casualidad se ha doctorado con la búlgara Kristeva) que reelabore el mismo texto y en vez de llamarlo (como el publicado) “Allende ópera salsa”, que se titule ahora “Conchita Citrón” y publicar la nueva versión en la Editorial Alfagrama/Anagrama. Y el artífice de esta proeza editorial la lleva a cabo Tucho que le comunica que aprovecha el texto, pero que cambie al Presidente Allende por “la torera María de la Rambla (muerta a cornadas) acaecida ante las cámaras de televisión” (pág. 120) e incluso le invita a hacer un revoltijo de 1) “Sangre y arena de Blasco Ibáñez y Muerte en la tarde Hemingway” , 2) sumándole un “toque poético (... de) Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de García Lorca.” 3) Y en lugar de tantas canciones y bailonga, deberías poner a la torera a follar con un delantero del Real Madrid: tiros y cachas, tores y goles”. Y además él le garantiza: “Tu Conchita Citrón yo te la compro: aprovechemos el tirón del premio que te dio la competencia para lanzarla a toda orquesta la próxima semana, aunque se enfurezcan los defensores de los animales”.

Y para “rizar el rizo” Tucho le adiestra sobre el mundo editorial y cómo éste funciona, lo que Eduardo y el lector aprenden baquiabiertos en la página 122:

El libro es el producto colectivo de un escuadrón de agentes, lectores profesionales, editores, correctores de estilo, promotores, publicistas que deciden el tema, el título, la extensión, el estilo y sobre todo el instante preciso de su lanzamiento en función de la volubilidad del aura popularis, los virajes de los gustos de la muchedumbre que ha de comprar el producto libro, a menudo sin intención de leerlo. La antigua interacción escritor-lector se ha resuelto a favor de un sujeto único: el comprador. El autor pasa a ser irrelevante, apenas un nombre sonoro y, en la práctica, un mero obrero de una cadena de muchas manos. La voz cantante la llevan quienes arriesgan en esta empresa su capital.

Y Tucho Lagos ni corto ni perezoso le dice en la página 124: “Desde este momento soy tu agente literario. Faxéame el contrato ahora mismo para hablar con los abogados y cobrar todo lo que nos deben. Como es un caso complicado tendrás que darme el 20 por ciento”. Y éste añade en la página 125 y como coletilla:

Entre paréntesis, si no has leído la prensa, entérate de que las traducciones de Allende ópera salsa de Carlina Verdugo están en el primer puesto de las listas del New York Times, de Der Spiegel y de l’Express en Francia. De ese solo libro has vendido más ejemplares que la suma de todos los libros que Isabel Aliende, Luis Sepur y Antonio Skarpa han vendido hasta ahora. Conchita Citrón no se quedará atrás: aprovechando la batahola montada por los defensores de los animales, Palmeta prepara en secreto un operativo con tu libro que dejará como juego de niños el legendario lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada. Eres el megabestseller del Grupo Los Cinco.

Incluso el acalorado, entusiasmado y calculador Tucho termina perdiendo el hilo en este revoltijo literario de modo que él mismo olvida que “Conchita Citrón“ no la publica PALMETA-Planeta (el enemigo), sino su propia y amiga Editorial ALFAGRAMA-Anagrama.

El real final y balance de este sainete literario es que su autor (Eduardo Labarca) debe a sus acreedores (abogados, etc.) “en total 65 mil dólares” (pág. 126) y que él tendrá que seguir trabajando en su cueva de Viena como negrero dispuesto a ofrecerle e incluso venderle su alma a la “Superagente Catalana”, a quien denomina “diablo” como palabra final de su cuento. Esperemos que Carmen Balcells no se entere de tal comparación y que siguiendo el ejemplo ya mostrado por la viuda de Borges no arremeta contra él y le obligue no solamente a eliminar las palabras que éste le dedica en su texto, sino incluso a pagarle los daños y perjuicios que ella considere necesarios ya que esta señora es ¡agente literario y catalana!

Es evidente que este texto podría denominarse perfectamente “El fracaso del autor nobel” (no del Premio, sino del de poca experiencia) a pesar de los 60 años que Eduardo Labarca tenía en el año 1999. Éste es un texto bastante enrevesado y complejo que verdaderamente no es fácil leer y seguir para el lector de metro, tren, avión, etc., es decir, el “lector masa”. Hay muchos, por no decir, demasiados “cabos sueltos.”

Para el especialista puede ser un entretenimiento y si llega el caso utilizarlo como una introducción al estudio literario narratológico (esto rezona nuestras acotaciones y suplemento documental). Y es evidente que el título del módulo “Cómo escribir un bestseller en el siglo veintiuno” representa un buen recetario para hacer lo contrario, “Cómo no escribir un bestseller en el siglo veintiuno”, o tal vez “Normas para fracasar escribiendo”. El verdadero final del cuento tal vez se halle en la página 125, donde leemos:

Anoche, aquí en Eichstätt, recibí en la Kolpinghaus una llamada desde Santiago. Douglas invita a los miembros del antiguo Grupo Los Cinco a que nos reunamos solemnemente en El Bolígrafo pasado mañana, 29 de febrero del 2000, el año bisiesto con que ha comenzado este nuevo milenio.

Sobre ese fantasma que se llama Lucho Lagos, Eduardo nos comunica por e-mail del domingo 7 de agosto de 2011 que “Luis («Lucho») Lagos es Profesor de Literatura de la Universidad Catolica de Valparaiso y que fue Editor en Barcelona en Seix Barral, Biblioteca Breve”. Sus señas de identidad son muy complejas de encontrar. Tal vez Eduardo añada información y completemos en algo la ficha. En Internet hemos hallado una nota (sin referencia temporal) que dice: “Luis Lagos: Responsable de edición y realización de la editorial Seix Barral”. Es más en un escrito preciso aprendemos que “Seix Barral es una editorial con la musculatura de un grupo grande, la fuerza de la mejor red comercial, y el alma de una editorial independiente y pequeña (actualmente está formada por 8 personas entregadas al proyecto en España entre las que merece especial reconocimiento Luis Lagos que desde 1975 realiza nuestros libros, persigue sus erratas y hace de la corrección minuciosa un arte) y eso es lo que nos da la capacidad de embarcarnos en grandes y pequeñas empresas buscando siempre, siempre, el alma de un libro para tratarla después con el mimo y la precisión de un artesano”.

Conviene señalar como cierre definitivo del recuento de este módulo sus fechas primordiales. Éste, “presentado el 27 de febrero de 1999 en el simposio Literatura chilena hoy – La difícil transición, convocado por la Universidad Católica de Eichstaett (Alemania)”, señala, como primera fecha, la del “27 de febrero de 1999” (pág. 105). Después sigue una inicial (temporal), -unida a otra situacional (Chile y extranjero) y a otra contextual (éxito o fracaso)-, del cuento que dice: “Miércoles, 21 de febrero de 1976” (pág. 106). Y a continuación se leen las que conciernen a la historia contada y cada una de estas cinco posee un denominador común, 29 de febrero, signo de año bisiesto: 1) “Domingo 29 de febrero de 1976” (pág. 108), 2) “Viernes 29 de febrero de 1980” (pág. 111), 3) “Miércoles 29 de febrero de 1984” (pág. 114), 4) ”Sábado 29 de febrero de 1992” (pág. 118) y 5) “Lunes 29 de febrero de 1996” (pág. 119). Y después de haber transcurrido 20 años en los que del “Grupo Los Cinco” han triunfado cuatro (Isabel Allende, Antonio Skármeta, Luis Sepúlveda y Luis Lagos) y sólo aparentemente uno (ya no hay “Grupo”) ha fracasado (el autor del cuento): Aduardo Labarca. Y el cuento se cierra en su página 125 con una fecha futura:

pasado mañana, 29 de febrero del 2000, el año bisiesto con que ha comenzado este nuevo milenio,

fecha que marca que desde el inicio el, “Miércoles, 21 de febrero de 1976”, hasta la fecha premonitoria, “29 de febrero del 2000”, han transcurrido 24 años. Conviene añadir que la fecha primera del módulo, “27 de febrero de 1999”, es decir, la de la lectura del cuento une y hace puente perfecto con la del año bisiesto terminal: “29 de febrero del 2000”. Esto quiere decir que las fechas temporales presentes en este escrito no son en ningún caso casuales y gratuitas, sino que están perfectamente pensadas y calculadas. E incluso la puntualización de los años bisiestos parece tener una lógica, debido a que el cuento posee cinco actantes y, por lo tanto, a cada uno de éstos le corresponde un año bisiesto, representando el último la entrada en un “nuevo milenio”: FUTURO.

7. «Jornada al encuentro de Christian Lalive d’Épinay» (págs. 127-134)

Éste representa ser el séptimo texto del libro y lleva una nota 8 a pie de página que aclara, “Traducción al español del módulo presentado en francés el 22 de mayo de 2003 en el acto de despedida académica del profesor Christian Lalive d’Épinay, en el aula magna de la Universidad de Ginebra”, quien cerraría el acto tratando “sobre el tema L’Avenir: Attantes, projets, (dés)illusions, ouvertures”.

Como en los módulos ya pasados se alude siempre al día o días próximos al evento en el que participa Eduardo Labarca. Y en este caso ocurre del mismo modo lo que se materializa con un “Al llegar hoy” (pág. 127) preciso que alude a la fecha del acto: “22 de mayo de 2003”. Siendo una de las primeras acciones que Eduardo realiza (como ya sabemos y hemos convivido en otras páginas anteriores) presentarse en el cementerio que ya conocemos y por tercera vez textual y primera factual dar “con la piedra celta que lleva la inscripción en gaélico que buscaba. Ahí yace Jorge Luis Borges... La ceremonia que celebré en el lugar fue muy personal y únicamente les puedo decir que representó para mí una liberación” (págs. 127-128). Según el contexto de todo lo escrito en este libro esta presencia de Eduardo Labarca en este cementerio debería ser la primera. Las otras son más bien recuerdos reiterados [“prolepsis” y “epanelepsis” (Genette, Díaz, Todorov , etc.)] con más explicaciones y detalles.

Y sólo regresar al “Hotel Beau Rivage” (pág. 128) llama a casa de Christian y acuerdan una cita para esa misma mañana. Y es camino de este encuentro y zambullido ambivalentemente (como veremos realmente) en “los gloriosos años 60” (pág. 128) -época en la que ambos se conocieron en Chile- y cuyo amigo suizo es autor de un libro que se titula “El refugio de las masas , obra del candidato a doctor Lalive d’Épinay publicada en español en 1968” (págs. 128-129). Y Eduardo sigue rememorando, mientras avanza en su coche, en su Lada blanco, que Christian nació como él en 1938 y que evidentemente sus destinos han vivido e incluso convivido muchas calamidades, pero también pasos de civilización hacia el futuro.

Y él metido en su Lada y conviviendo sus recuerdos del pasado que hacen puente con su presente y gozando algo de esos frutos de la civilización moderna (los coches y el tráfico) que se halla metido en un atolladero de automóviles que atraviesan “el puente del Mont-Blanc” (pág. 129), lo que hace dos puentes: el memorístico (pasado – presente) y el actual, el Mont-Blanc. Y esto le lleva a Eduardo a hacer una reflexión que presenta del siguiente modo en la página 130:

Ir desde el mundo antiguo hacia el otro lado, superar el puente, fundir el mundo antiguo con el mundo nuevo sobre la corteza de un planeta unificado y purificado para siempre, he ahí lo que Christian y yo estamos haciendo.

Y es en esta travesía caótica, automovilizada y moderna del siglo XXI que Eduardo Labarca emite un juicio muy contrario al de todos sus sueños e ideales de los años 60 que dice “los hombres / mujeres nuevas de un mundo nuevo y flamante”, lo que realiza en la página 131:

Ese mundo caótico, envuelto en el humo nauseabundo del CO² no era ni proletario ni burgués... era más bien híbrido, ecléctico, kitsch.

Y es en la aventura de esta travesía del siglo XXI del “puente” del “Mont- Blanc” que su coche va a parar (después de un ataque de la modernidad y por coches más poderosos) en las aguas tranquilas y apacibles, aunque húmedas y frías “del lago Leman” (pág. 131). Y ahora en una paz perfecta y fuera de todo peligro y contaminaciones exteriores que Eduardo escribe en la página 132: “Abro mi notebook Compag Presario: la batería está OK, la pantalla me envía sus rayos azules, Windows arranca”. Y redacta en esta paz y tranquilidad la conferencia que deberá dar esta tarde, lo que hace en “la lengua de Voltaire [1664-1778] y de Rousseau [1712-1778]”. Y lo que escribe ha perdido ya todo tono optimista y futurista, sino que va plagado de desilusión y desencanto; éste es el resultado de la travesía inconclusa del “puente del Mont-Blanc” y de la vida entre los años 60 (ilusión y esperanzas) y 2003 (desilusión y desesperanzas).

No se olvide que la clase de despedida de Christian se titula: L’Avenir: Attantes, projets, (dés)illusions, ouvertures. El título de las actas de este simposio ya publicadas dice: L’avenir - Hommages à Christian Lalive d’Epinay: Attentes, projets, (dés)illusions, ouvertures. Su sinopsis cuenta: “Un livre majeur pour penser l’avenir: La vie d’un être humain est faite d’étapes, de transitions, d’incertitudes, d’étonnements, de bonds, de ruptures, d’illusions et de désillusions, choisies ou subies, d’une fin. Ci et là, un rite de passage. À l’occasion de la retraite professionnelle du professeur Christian Lalive d’Epinay, septante [soixante-dix] collègues issus de divers horizons scientifiques et culturels ont pris leur plume pour penser une question centrale: «L’avenir: attentes, projets, (dés)illusions, ouvertures». Ce livre et le CDRom qui l’accompagne sont le résultat de cette entreprise collective. Faisceau de réflexions qui se rejoignent dans une méditation sur le temps qui passe et qui vient”. Representando ser la palabra clave del escrito y ponencia de Eduardo Labarca: “désillusions“.

Así termina el módulo haciendo un balance de dos vidas que en el fondo (y no sólo del lago Leman) han perdido algo de sus ideales, lo que nos conduce a esa paradoja de que el pasado era mejor y el presente peor. El problema no es el tiempo transcurrido, sino los años que los humanos poseemos: “Juventud divino tesoro” decía Ruben Darío en su “Canción de otoño en primavera” :

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

La idea de redactar un escrito de esta índole, mezcla y puente entre el pasado (juventud) y el presente (madurez muy madura) de dos personas precisas –el homenajeado y el homenajeador- y esto a caballo entre el siglo XX y el XXI no deja de poseer cierta originalidad. Sobre todo cuando se tiene en cuenta que esto ocurre atravesando un puente que les va a juntar (tienen una cita amistosa y fraternal) y que el homenajeador, por esas cosas que pasan en la modernidad y a pesar de apellidarse “La barca” (parece ser no marinera como dice la canción), termina en el fondo de las aguas y esto de un lago suizo. Que es el lugar donde redacta su escrito que como él escribe en las últimas líneas de la página 134: “Si sobrevivo, de todo esto hablaré en francés durante los diez minutos que me corresponden en la ceremonia de despedida de Christian en la Universidad de Ginebra, esta tarde”. Sólo esperamos que nos cuente en algún momento propicio cómo salió del atolladero (del fondo de las aguas) y cómo quedó su Lada blanco.

Es un trabajo original y su relativa brevedad permite una lectura amena y amable. La idea está bien expuesta y desarrollada y el lector agradece este descanso, a pesar de que tal vez ya conozca las 20000 leguas de viaje submarino (1869-1870), de Jules Verne (1828-1905). Pero conviene repetir: la idea es original y aunque se discute la modernidad no por eso deja de hacerse uso de “mi notebook Compag Presario”.

8. «Caupolicán llamando a Fresia» (págs. 135-149)

Éste es el último y octavo texto de este Enigma de los módulos y él lleva una nota 9 a pie de página que cuenta: “Módulo sin fecha, del grupo de los ‘módulos’ audiovisuales que Eduardo Labarca compaginaba con las imágenes de las cámaras de vigilancia de una clínica exclusiva de Santiago. El ex gobernador de la República Democrática Alemana Erich Honecker llegó a Chile el 13 de enero de 1993 y el general Augusto Pinochet fue detenido en Londres el 16 de octubre de 1998.” Conviene señalar que este escrito le va dedicado “A Oswaldo Puccio Huidobro, sobreviviente del bombardeo de la Moneda, del campo de prisioneros de la Isla Dawson y de la República Democrática Alemana”, cuya identidad en Internet dice: “Osvaldo Carlos Puccio Huidobro (21 de diciembre de 1952) es un filósofo y político chileno, militante del Partido Socialista y ministro secretario general de Gobierno entre 2005 y 2006, durante el gobierno del presidente Ricardo Lagos (*1938). Ha sido embajador de su país en Austria, Brasil y España”. E Internet sigue informando: “Militó en el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) entre 1970 y 1973. Durante el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, a los 21 años, fue torturado y hecho prisionero junto a su padre por los organismos represivos de la dictadura chilena, pasando siete meses en el centro de detención de Isla Dawson. El 10 de septiembre de 1974 partió al exilio hacia Rumania y después a Alemania Oriental, en donde obtuvo un doctorado en filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín. Por su desempeño en ella se le premió con un viaje a la Unión Soviética en julio de 1977. La Stasi , que lo vigiló, hizo notar en un informe el resentimiento que causó entre sus correligionarios por sus frecuentes viajes a otros países, vedados para ellos. En Potsdam, Puccio Huidobro se reencontró con la futura presidenta Michelle Bachelet (*1951), a quien conoció en su años de enseñanza secundaria”. Recordemos que de Salvador Allende y su eliminador, Augusto Pinochet, ya se ha hablado en la página 123, etc.

La primera escena de este escrito que el lector convive es una macilenta de aspecto hospitalario, donde contempla a enfermeros camuflados y dos camillas con dos personas cadavéricas en un quirófano custodiados por un diplomático que se llama Oswaldo y que tal vez sea a quien se le dedica el cuento, pero ahora no escrito con “v”, sino con “w”. Y es en la página 196 que aparece “Don Erich” (Honecker), quien está en una clínica de lujo y que según el contexto es uno de los ocupantes de una de ambas camillas. Siendo el segundo el General Pinochet y los dos están “En el quirófano A-1” (pág. 137). En la página 138 se denuncia con palabras claras, aunque sin delatar su nombre, quién es el general: “responsable de la muerte de mi amigo [dice “Don Erich”], el presidente legal de este país”.

Ésta es la situación inicial y primigenia del escrito y para precisar con toda claridad quiénes son los actantes y contraentes principales de este módulo conviene leer algunas líneas de la página 139:

Así se habían definido esa mañana las bases del encuentro –que más tarde será desmentido mil veces- entre el ex número uno de un país europeo que había construido el muro más famoso de la historia y el ex número uno de un país latinoamericano que había ordenado el bombardeo aéreo más insólito de todos los tiempos contra el palacio donde se hallaba el presidente de aquella república.

De este modo el lector se halla ante dos personalidades para bien o para mal de la Historia de la Humanidad y lo que sigue es el encuentro de ambos pacientes de peso y su conversación –que Oswaldo (pág. 140)- no sabe demasiado bien cómo guiar. Y el narrador presenta al lector el aspecto físico de ambos contraentes en la página 140:

Don Erich tiene el rostro consumido de un zorro listo para escapar con una gallina en las fauces; la cara ancha del General es la de un felino agazapado para saltar sobre su presa.

Sigue el inicio de una conversación entre dos personas que no poseen ni un idioma común y tampoco una ideología política afín: Don Erich habla alemán y el General sólo español. De modo que es Oswaldo quien dirige y modera la conversación entre ambos interlocutores. Siendo así que se abre un debate que completa el texto sobre la validez o no del comunismo (Don Erich) o bien la validez o no del fascismo (el General). Es más, en las páginas 141-142 lee el lector: “-Don Erich dice que sigue siendo comunista como Jesucristo...”
Sólo que en esta aventura ambos pacientes sufren un ataque, ya que las botellas y tubos que les sumistran vida se vacían, y ambos pacientes (aunque con vidas diversas e ideologías políticas tal vez contrarias), alcanzan el mismo final en la página 149:

La sangre de ambos es ahora una sola sangre circulando en circuito cerrado. Y al observar detenidamente a los dos enfermos en sus camas, bajo el pergamino cuarteado de la piel de sus rostros, Oswaldo divisa el alma pura de dos niños durmiendo.

Sólo podemos decir: “Colorín colorado este cuento se ha acabado”.

IV. Cierre de los módulos

Es evidente que la lectura de estos módulos ofrece al lector un cúmulo grande de títulos de libros y autores y algunas breves presentaciones de más fondo y trasfondo. Conviene decir que al pertenecer éstos siete a diversos actos circunstanciados (conferencias, homenajes, mesas redondas, etc.) que el lector se halla ante escritos muy diversos y que todos y cada uno de ellos posee sus fines individuales y autónomos. Es más, puede añadirse que son de encargo (excepto el último) y como tal son remunerados e incluso un par de ellos ya publicados (como mostrado), de modo que puede decirse que cada uno de ellos ha recibido su salario, es decir, representan (si así puede decirse) documentos bien aprovechados.

Al lector universitario pueden servirle para fines de escritos y seminarios, ya que puede aprovecharse la bibliografía ofrecida sobre viajes, escritores chilenos, etc., pero que el lector (siguiendo el ejemplo mostrado por el propio autor) puede recuperar de Internet y otros ámbitos hoy muy informatizados.

Para el que escribe estas líneas ha sido una lectura amena y agradable, pero limitando ésta a algunas páginas diarias y compaginándola con otras. En realidad la idea de esta lectura detenida y atenta era (aparte del interés personal, privado y estético) escribir las páginas que aquí quedan.

Es evidente que ignoramos completamente el éxito que este libro podrá obtener y tal vez el cambio de la portada (ya realizado) y el bombo (incluso en Argentina) que pueda sacarse al tema que ayude a su venta (tal vez no a su lectura) no sólo en Chile y Argentina, sino en toda Latinoamérica.

El que escribe estas líneas (nombrado un par de veces en el texto) e incluso causante de un módulo hablará de él y como muestra “ofrece aquí ya un botón”. No obstante hecha en falta al final del libro la nueva presencia de quien realmente en su ficcionalidad, lo ha realizado: Cielito Gatabayan. Yo la recuerdo, saludo y abrazo.


































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