El Mostrador
25 de marzo de 2015
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- Eduardo Labarca
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- Autor de la novela Lanza internacional
“Carabineros detuvo a dos
sujetos que esta madrugada asaltaron a una
persona
en la esquina de…”. Micrófono en mano, la reportera de un canal de la
televisión nos decía con desenvoltura hace unos días que en Chile hay
“personas” y hay… “sujetos”. Persona somos “nosotros”, es la joven
periodista que hablaba sin sopesar sus palabras, somos los chilenos y
chilenas que pagamos nuestras cuentas y deslizamos la tarjeta al subir
al Transantiago. Sujetos son “ellos”, los ladrones esposados que
esconden la cara ante las cámaras bajo la capucha del polerón.
Los imputados del Caso Penta llegaron al tribunal de corbata y con la
frente en alto, esforzándose por sonreír con arrogancia: así son las
“personas”. A nadie se le ocurrió esposarlos y en la audiencia fueron
tratados deferentemente de “señor”, aunque el fiscal Gajardo los acusó
de constituir una banda dedicada a defraudar al fisco, mientras la
abogada María Inés Horvitz los comparaba con los narcotraficantes
–“sujetos” según ciertos medios de información– y el juez Escobar
mencionaba el contraste entre las bajas penas de los delitos de cuello y
corbata y la pena elevada que espera al ladrón –“sujeto” para la
terminología en boga– que se apropia de un auto. Sabas Chahuán habló de
ladrones de gallinas, de mariposas y elefantes y afirmó que “las penas
por los delitos de corrupción tienen que aumentarse y hacerse
coherentes”.
En la prosa elegante de su redactor, don Andrés Bello, nuestro Código
Civil expresa que “son personas todos los individuos de la especie
humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”. La
palabra “sujeto” es igualmente amplia, abarcadora y neutra por esencia,
figura en los códigos y las leyes con referencia a cualquier “individuo
de la especie humana”, no tiene en sí nada de malo. Pero en la sociedad
las palabras adquieren los significados simbólicos que les dan quienes
las usan, y en la jerga policial y periodística de nuestro país el
término “sujeto” ha pasado a ostentar una fuerte carga negativa e
infamante y se codea con otras expresiones descalificatorias:
“hampones”, “antisociales”…
En cambio, la palabra “persona” goza de creciente prestigio. Nuestros
políticos ya no hablan del “pueblo” y ni siquiera de la “gente”, sino
solo de “las personas”, vale decir, de los individuos contados uno por
uno en gloria y majestad o agrupados según diversas fórmulas.
Para los “sujetos”, los “hampones” y los “antisociales”, existen en
Chile las cárceles sobrepobladas e infernales que se desperdigan por el
territorio nacional. El anexo Capitán Yáber está para las “personas”: no
les vayan a decir “antisociales”, aunque difícilmente puede haber algo
más antisocial que falsear las cuentas de medio millón de clientes –una
parte importante de la sociedad– como hicieron los ejecutivos de La
Polar o emitir, como los señores de Penta, más de mil boletas de
contenido falso y eludir impuestos por cinco mil millones de pesos,
según lo afirmado por el fiscal Gajardo. Sin hablar de Punta Peuco, la
cómoda cárcel construida para otras “personas”: los violadores de los
derechos humanos…
Los “sujetos” son extraídos de la sociedad, castigados y aislados
fuera de la vista de las “personas”, mediante un mecanismo que Michel
Foucault desentrañó en su libro
Vigilar y castigar. Las
“personas”, sin perjuicio de las pillerías e infracciones que puedan
cometer en sus vidas cotidianas, hacen gala de buena conciencia, atrapan
y golpean en la calle a los “sujetos” sorprendidos
in fraganti
al grito de: “¡Séquenlos en la cárcel!”. A esa misma lógica obedecen
las iniciativas para aumentar las penas y acabar –“que se sequen en la
cárcel”– con la “puerta giratoria”. Es el caso del actual proyecto
gubernamental de “agenda corta” que aumenta las penas de los “delitos de
alta connotación social”, especialmente robo con violencia, y hace
inaplicables en esos casos algunas atenuantes de carácter general que
siempre han beneficiado sin discriminación a los acusados de cualquier
delito, incluido el homicidio.
Los ministros y los legisladores de oposición y de Gobierno quieren
llenar y rellenar cada vez más las cárceles de “sujetos” para
congraciarse así con las “personas” y dar por solucionado el problema.
Quienes han sacado la voz con sensatez han sido los jueces, ellos que
día a día miran a los ojos, interrogan y sentencian a los inculpados y
saben por experiencia que el “problema de la delincuencia” no se
soluciona construyendo más y más cárceles, privando a los inculpados y
condenados de sus derechos o alargando las penas. La Corte Suprema y su
parco presidente Sergio Muñoz han enviado a la Cámara de Diputados un
informe en el que objetan el proyecto por considerar que reduce
arbitrariamente las facultades de los jueces y vulnera el principio de
igualdad ante la ley.
Así, a las profundas desigualdades y exclusiones de nuestra sociedad,
se ha sumado una nueva discriminación cotidiana, un afán aparentemente
banal pero grave, de dividir a los chilenos entre las “personas” que
estamos “en” la sociedad y los “sujetos” que han de ser expulsados y
enviados a podrirse en una cárcel. A mi joven colega citada al comienzo
le recuerdo que los “sujetos” que ella –con lenguaje policial y no
periodístico– contrapone a las “personas”, son tan “personas” como ella,
como yo, como cualquier hijo de vecino que lee esta nota. Les guste o
no les guste a algunas y algunos, y cualesquiera que sean sus opiniones y
por dolorosas que hayan sido sus experiencias, el lanza, el monrero, el
mechero, el asaltante, el narcotraficante, el asesino son personas
tanto como sus víctimas. Solo partiendo de ese reconocimiento podemos
hablar del tema.