por Eduardo Labarca
En su libro Pablo y Matilde en la patria del racimo, José Goñi acaba de revelar
aspectos desconocidos de la vida rocambolesca que el fugitivo Pablo Neruda llevó
en Italia a comienzo de los años 50 del siglo pasado. “Patria del racimo”
bautizó el poeta a la región de Nápoles y la isla de Capri plagada de viñas, donde
transcurren las escenas de este libro.
Hace 68 años, perseguido con saña por un
rencoroso presidente Gabriel González Videla, Neruda salió de Chile por la
cordillera tras doce meses de clandestinidad, una hazaña que inspiró la película
Neruda de Pablo Larraín. En su libro,
Goñi sigue al poeta fugitivo desde su espectacular reaparición en París, donde
lo recibieron Picasso, Louis Aragon, Paul Éluard, Ilya Ehremburg y otros
grandes artistas de aquel tiempo... Hay sin embargo una diferencia esencial
entre ambas recreaciones. El Neruda de Larraín es un personaje de ficción en
quien sus amigos sobrevivientes no reconocen al Pablo verdadero. En cambio, el
Neruda de Goñi vibra con la carne y la sangre del poeta como fruto de una paciente
investigación realizada en terreno por el autor cuando era embajador en Italia,
y su compenetración con la época, los hechos, los personajes.
Con esta obra apasionante, Goñi, actual
embajador de Chile en Suecia, se suma a la pléyade de escritores-diplomáticos
de nuestro país inaugurada en el siglo XIX por Alberto Blest Gana, el padre de
la novela chilena, quien fuera embajador en Washington, Londres, París y la
Santa Sede. En el siglo XX, la lista estuvo encabezada por Gabriela Mistral,
cónsul itinerante, y por el propio Neruda, cónsul sucesivamente en Ceilán,
Batavia y Java; en Buenos Aires, Barcelona y Madrid; en París, a cargo de la
inmigración de los exiliados españoles que él embarcó a Chile en el legendario Winnipeg; más tarde cónsul en México y finalmente
embajador en París, nombrado por Salvador Allende. En esos mismos años, Allende
designó embajador en Suecia al escritor Luis Enrique Délano, con la misión de propiciar
el Premio Nobel que la Academia Sueca otorgó, como se esperaba, a Pablo Neruda.
En la lista de los escritores-diplomáticos durante el gobierno allendista,
figuran también el poeta Huberto Díaz Casanueva, embajador ante la ONU; el
poeta Armando Uribe, embajador en China; Jorge Edwards frustrado encargado de
negocios en Cuba; y agregados culturales como Fernando Alegría y Gonzalo
Rojas...
El libro de José Goñi ha sido publicado
por la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica bajo el género novela.
¿Novela? En realidad se trata de un libro de género híbrido, en el que se
entrelazan tres líneas narrativas: a) En clave de ficción, pero una ficción
apegada estrictamente a los hechos, documentos y testimonios, Goñi nos hace
compartir la azarosa vida de Pablo y su amante Matilde en Italia. b) En clave de
crónica, José Goñi nos describe sus propios pasos, el recorrido que emprendió
en sus tiempos de embajador en Roma por los lugares en que Neruda había
transitado cinco décadas antes. c) En clave poética, Goñi va intercalando fragmentos
de Los versos del Capitán, el
magnífico libro de amor a Matilde que el poeta iba escribiendo, citas que enriquecen
la ficción y la crónica, iluminándolas.
El poeta había sido despojado de su
cargo de senador como resultado del ensañamiento de González Videla, quien
lanzó una furibunda persecución contra el Partido Comunista que le había dado
sus votos. Se iniciaba la guerra fría, y el presidente chileno, eximio bailarín
de samba a quien le gustaba que lo llamaran “Gabito”, estaba convencido de que
la tercera guerra mundial estallaría de un momento a otro. Al reprimir a los
comunistas, que en un conflicto se alinearían previsiblemente con la Unión
Soviética, pretendía sumarse por adelantado al campo occidental que sería
encabezado por Estados Unidos. En esas circunstancias, Neruda, cuyos pasos eran
seguidos por tres pintorescos agentes chilenos de Investigaciones, arriba a Francia
y luego a Italia, donde al poco tiempo viene a acompañarlo secretamente Matilde
Urrutia.
Tanto en Francia como en Italia, los
comunistas e intelectuales reciben a Pablo Neruda en gloria, mientras los grupos
conservadores lo presentan como un agente del comunismo soviético, hasta el
punto que los gobiernos de ambos países ordenarán sucesivamente su expulsión. En
Italia, ayudado por sus amigos, el poeta se sume por segunda vez en la clandestinidad,
pero finalmente es capturado en el sur por la policía italiana y enviado en
tren hacia Roma para ser expulsado del país, pero... Uno de los capítulos más vibrantes
del libro de Goñi describe el momento en que Pablo Neruda es recibido en la Estación
de Termini, de la capital italiana, por una muchedumbre de intelectuales y
ciudadanos que copan el espacio, rodean al poeta, paralizan los trenes e
impiden a los agentes el cumplimiento de su misión. Ante la situación incontrolable,
el ministro del Interior se ve obligado a suspender la expulsión y Neruda puede
quedarse en Italia, aunque bajo el peligro de ser deportado en cualquier
momento, lo que lo obliga a sumergirse.
En compañía de la actriz Patricia
Rivadeneira, agregada cultural, el embajador Goñi, autor y personaje de su
propio libro, siguió las huellas dejadas por Neruda en ese país, conversó con
cada uno de los amigos sobrevivientes del poeta, recorrió las calles empedradas
por donde caminara Neruda, estuvo en los hoteles y casas donde se alojó, los
bares y restaurantes que frecuentaba.
José Goñi nos muestra a un Neruda que,
clandestino en Chile y clandestino en Italia, vive una tercera clandestinidad,
pues ha ocultado a su esposa, la argentina Delia del Carril, la Hormiga, quien se
ha quedado en París, su amor secreto con Matilde Urrutia, a la que había conocido
en México. Los recuerdos de los amigos entrevistados muestran a un Neruda sencillo
y humano, diferente del “Buda” que nos ha pintado Alejandro Jodorowsky: un
Pablo incapaz de aprender a nadar a pesar de los esfuerzos que hace Matilde
para que flote entre las olas; un Neruda cocinero que compite acerca de las infinitas
formas de preparar la cebolla; un Pablo con explosiones de mal genio hacia
Matilde, que se excusa en El pozo,
poema de dolorosa reconciliación:
No me temas / no caigas / en tu rencor de nuevo. / Sacude la palabra mía
que vino a herirte / y déjala que vuele por la ventana abierta. / Ella volverá
a herirme / sin que tú la dirijas / puesto que fue cargada con un instante duro
/ y ese instante será desarmado en mi pecho. / Sonríeme radiosa / si mi boca te
hiere, / no soy un pastor dulce / como en los cuentos de hadas, / sino un buen
leñador que comparte contigo / tierra, viento y espinas de los montes. / Ámame,
tú, sonríeme, / ayúdame a ser bueno, / no te hieras en mí, que será inútil / no
me hieras a mí porque te hieres.
En un fragmento de la crónica
incorporada a su novela, José Goñi nos ofrece los detalles hasta ahora
desconocidos del trascendental encuentro entre Pablo Neruda y Gabriela Mistral,
en Nápoles, donde ella era cónsul de Chile. Aunque representante del gobierno
de González Videla, que perseguía a Neruda, Gabriela solidarizaba públicamente con el poeta. Fulvia Trombadori, única testigo de la entrevista, relata
los pormenores de esa reunión y lo que ese día se dijeron los dos poetas
chilenos que marcaron el siglo.
Instalado con Matilde en la isla de
Capri, Pablo Neruda pone término a Los
versos del Capitán, pero dada la triple clandestinidad que vivía, el
poemario se publica en forma anónima en solo 44 ejemplares en una imprenta de
Nápoles. Cada ejemplar está destinado a uno de los buenos amigos que le guardan
el secreto. En la lista figuran el poeta y novelista Salvatore Quasimodo, quien
igual que Neruda recibirá el Premio Nobel; el pintor y notable escritor Carlo
Levi; el gran pintor Renato Guttuso; el famoso cineasta Luchino Visconti; el
escritor ruso Ilya Ehremburg; el poeta turco Nazim Hikmet; los comunistas legendarios Palmiro Togliatti y Pietro Ingrao; Giorgio Napolitano, futuro
presidente de Italia. Diez años más tarde Neruda reconocerá la paternidad de aquellos
versos...
Ese mismo año, 1952, la orden de
detención contra Pablo Neruda queda en Chile sin efecto y el 12 de agosto el
poeta es recibido en Santiago en un homenaje multitudinario en la Plaza Bulnes,
frente al Palacio de La Moneda donde aún permanece el presidente González
Videla. Los participantes agitan retratos de Neruda y de Salvador Allende, que
se estrena como candidato a la presidencia en la elección que tendrá lugar tres
semanas después.
En 2002, medio siglo más tarde, el
embajador José Goñi cumple una proeza que se describe detalladamente en el
libro: consigue que en la misma imprenta de Nápoles, con los tipos originales y con máquinas antiguas que es preciso resucitar, y con tintas y papeles similares
a los de aquellos 44 ejemplares, se lance una primorosa edición conmemorativa
del cincuentenario de Los versos del
Capitán.