por
Eduardo Labarca
Una semana después de la muerte del líder opositor Oswaldo Payá, fundador en Cuba del Movimiento Cristiano Liberación, varias decenas de respetados intelectuales del exilio y algunos tenaces disidentes del interior de la isla dieron a conocer el miércoles un documento fuera de lo común: “Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible”. El documento, abierto a las adhesiones en Internet, rechaza la violencia, la injerencia extranjera y el embargo estadounidense, y exige al gobierno cubano respeto a las libertades básicas y un diálogo nacional sin condiciones, abierto y plural.
El Llamamiento se
inscribe de algún modo en la corriente pacífica inspirada hasta su muerte por
Payá, quien en mayo de 2002 presentó a la Asamblea del Poder Popular, el
parlamento unicameral y unipartidista de Cuba, un legajo de 11.020 firmas, a
las que se añadieron más tarde otras 14.000, en apoyo a un programa de cambios
políticos titulado “Proyecto Varela”. Al poco tiempo Fidel Castro llamó a un
referéndum que declaró “irrevocable” el socialismo y desató la ola represiva de
la primavera de 2003 que se tradujo en largas penas de prisión para 75
opositores acusados de ser agentes del extranjero.
Al igual que el proyecto de Payá de hace diez años, el actual Llamamiento ha
gatillado un agitado debate en el exilio cubano, cuyo sector extremista y
vociferante tiende a rechazarlo. Entre los firmantes del Llamamiento, que
ostentan posturas diversas, se cuentan el destacado historiador Rafael Rojas,
la conocida bloguera Yoani Sánchez, el periodista de filiación liberal Carlos
Alberto Montaner, los escritores Antonio José Ponte, director de Diario de Cuba
on-line, José Prats Sariol y Camilo Venegas, el líder disidente Manuel Cuesta
Morúa, los politólogos Juan Antonio Blanco, Eusebio Mujal-León y Armando
Chaguaceda, conocido éste por su
posición de izquierda, el economista Elías Amor, el investigador de la
Academia de Ciencias de Cuba Alfredo Fernández Rodríguez, el empresario Carlos
Saladrigas, que hace unos meses viajó a La Habana desde Estados Unidos a dar
una conferencia, el artista Geandy Pavón, el médico Antonio Guedes.
El Llamamiento surge en
momentos en que impera en Cuba un clima de desaliento y fin de reino debido a
la enfermedad de Fidel Castro, la edad avanzada de él y de su hermano Raúl, el
estancamiento económico y la falta de mejoramiento de la vida de la población
pese a las reformas anunciadas. La situación tiene brotes inesperados, como el
hecho de que la bloguera y simpatizante oficialista Elaine Díaz
(http://espaciodeelaine.wordpress.com/) pidiera “no votar” por los diputados de
la Asamblea Nacional del Poder Popular que aprobaron diversas leyes que
perjudican a la población, como las nuevas tarifas aduaneras que castigan a los
cubanos que viajan o reciben ayuda de sus parientes del exterior.
El Llamamiento propicia
una reforma profunda de la sociedad, pleno respeto a los derechos humanos,
libertades políticas y garantías cívicas, la liberación y amnistía a todos los
presos políticos, el cese de la violencia policial y parapolicial, la libertad
de movimiento y la posibilidad de entrar y salir de la isla, el acceso a
Internet, una política internacional de paz, la retirada de la base naval de
Guantánamo y la normalización de las relaciones con Estados Unidos. Los
firmantes se pronuncian por el traspaso de las empresas medianas y pequeñas a
los trabajadores, por la participación de éstos en las grandes empresas
estatales y por libertad de los ciudadanos para desarrollar una actividad económica
independiente. Propician también un plan de emergencia para reanimar y
fortalecer los sistemas nacionales de educación, salud y seguridad social.
Es evidente que el
gobierno cubano no tiene intención alguna de prestar oído a un llamamiento de
este tipo, por moderadas y razonables que sean las propuestas que contiene, de
modo que el documento parece dirigido más que nada a los cubanos en general y
especialmente a los funcionarios y sostenedores del régimen que se inquietan
por el destino del país y por su propio futuro personal. El “Llamamiento urgente por una Cuba mejor y posible”, ignorado por los medios de información de la isla, es un documento de
mano tendida y sin afanes de venganza que propone la “desmovilización o
traspaso a otras funciones de aquellos agentes dedicados a la represión” y el
cierre de las unidades destinadas a ese fin. Surge como uno de esos documentos
que marcan época en los procesos de transición. Los cambios que sugiere harían
de Cuba una sociedad singular, a medio camino entre el socialismo duro
practicado hasta ahora y los sistemas de algunas democracias occidentales
avanzadas.
Lamentablemente, en las
anquilosadas sociedades comunistas de Europa los intentos reformistas de ese
tipo, como la “perestroika”, desembocaron en la transformación de los países
del “socialismo real” en las despiadadas y corruptas sociedades capitalistas y
oligárquicas de hoy. En Cuba, la apertura, la democratización y la
incorporación del país al universo globalizado de nuestros días parecen
inevitables: lo que no está claro es si ha de ser bajo la hegemonía de los
poderes financieros que hoy controlan el mundo o interactuando con dignidad e
independencia frente a ellos.
Conscientes del
dramatismo de la situación, los autores del Llamamiento concluyen con las
siguientes palabras: “Las opciones están en manos de los cubanos y el tiempo de
tomar decisiones sustantivas ha llegado. Quien hoy no dé los pasos para dar
salida sensata a esta crisis no podrá responsabilizar a otros por lo que suceda
mañana. Si en algo estamos todos de acuerdo es que el país está al borde del
abismo.”