por
Eduardo Labarca, escritor
El 29 de abril los habitantes de Las Cruces, en la provincia
de San Antonio, despertamos con una noticia: dos barrios del pueblo –Vaticano y
Quirinal– y el humedal de La Hoyada eran declarados Zona Típica por decreto del
Ministerio de Educación. El Palacio Labbé, una joya arquitectónica colindante
con mi casa pasó a ser Monumento Nacional.
A comienzos del siglo pasado, en Las Cruces levantaron
sus casonas de veraneo algunas familias copetudas, como sucedió en otros
balnearios. Pero los “palacios” de Cartagena han sucumbido al abandono y los de
otras playas son derribados para construir edificios de departamentos. En
cambio, en Las Cruces siguen en pie decenas de casas diseñadas por destacados
arquitectos de su tiempo. Desde la Playa de las Cadenas, la vista de bellas
construcciones es impresionante.
Hay magia en Las Cruces. En los años 20 del siglo pasado
una pandilla de diez artistas llamados a dejar honda huella instaló aquí su
centro de operaciones y decidió erigir en la Punta del Lacho la Torre de Los
Diez, una especie de trampolín entre la tierra y el cielo. El arquitecto Josué
Smith Solar trazó un plano para hacer de Las Cruces un pueblo circular y aunque
el proyecto no prosperó, subsisten los nombres de calles que él proponía, como
Lincoln, donde vive Nicanor Parra, y avenida Argentina, donde está mi casa. Dicen
que en La Cruces descubrió su vocación san Alberto Hurtado.
¿Por qué Las Cruces ha resistido al empuje del tiempo? El
pueblo da la espalda al camino y se vuelca hacia el mar. En la carretera no hay
hoteles, restoranes, ni botillerías y muchos que van pasando siguen de largo.
Hay otro factor. En Cartagena los veraneantes santiaguinos espantaron a los
propietarios adinerados. En Las Cruces la emigración ha sido pausada, permitiendo
a diversos artistas adquirir casas antiguas e incorporarse a la población local.
Orgullo de los crucinos es la presencia del vecino Nicanor Parra, a quien ni el
incendio de su primera casa, ni los fríos, ni sus cien años han logrado
espantar de Las Cruces.
La declaración de Zona Típica abre enormes expectativas
pero también despierta inquietudes. Algunos comerciantes y vecinos temen los
trámites que habrán de realizar ante el Consejo de Monumentos Nacionales para
efectuar obras de construcción importantes. Sin embargo, a medida que pasan los
días toma cuerpo un espíritu entusiasta, el sentimiento de que a este buque
tenemos que subirnos todos y todas.