Publicado en El Mostrador el 18 de febrero de 2014
Por Eduardo Labarca
Nuestros profesores de marxismo-leninismo nos enseñaban que las revoluciones –hablaré con más modestia de “transformaciones”– se producían cuando: a) las clases dominantes no lograban seguir manteniendo el poder desde la altura; b) los de abajo no toleraban más sus deficientes condiciones de existencia; c) se registraba una poderosa multiplicación de la actividad de las masas. Esas eran las condiciones “objetivas”, pero lo decisivo era el factor “subjetivo”: la capacidad de organización y conducción, vale decir, la acción y la dirección transformadoras de la política. Esos maestros nos decían también que la estructura (la economía) determinaba la superestructura (las leyes, el Estado, la religión, la política, la cultura…) y que entre ambas podían producirse desajustes, como en el Chile de hoy, donde la política, la educación, los medios de comunicación se han quedado atrás y ha llegado la hora de una puesta al día.
Los procesos transformadores han tenido siempre un detonante visible y un mar de fondo. En Chile, el alzamiento de la marinería de 1932 partió con una protesta por el rancho, la comida infame que los marineros recibían en los buques, pero el trasfondo era el autoritarismo feudal que imperaba en nuestra marina de guerra. El detonante que nos reveló que existía un desajuste en nuestra sociedad y que se daban las condiciones a), b) y c) enumeradas, fue el movimiento estudiantil simbolizado por el jarrazo y cuyo punto álgido ha estado en las manifestaciones y tomas de los últimos dos años. Detrás del “narcicismo” (J. J. Brunner dixit) o “dogmatismo” (M. Aylwin dixit) de una Camila, un Giorgio, un Gabriel, una Karol, un Moisés, una Eloísa, una Nashla, una Melissa, un chascón Mayol… ha habido algo más, mucho más: la crisis total de la educación mercantilizada y, bajo ella, la crisis a secas de las relaciones entre los actores económicos y vastos grupos sociales del país. A sus espaldas y flancos, los estudiantes han tenido a sus padres, hermanos, tías, abuelas y a una amplia y resuelta multitud horizontal. Ahí han estado las familias enteras de los párvulos, las familias enteras de los escolares, las familias enteras de los universitarios y muchos más. En un país que ha llegado a un punto crítico que salta a la vista, la mecánica de la calle más que la ingeniería política puso en órbita a la Nueva Mayoría.
Hoy por la mañana junto al lago Chungará, Celestino Mamani, un aymará que se gana la vida cobrando 300 pesos a los turistas por el uso de un WC a 4.500 metros sobre el nivel del mar y sirviéndoles mate de coca o agüita de chachacoma para el mal de altura, me habló con orgullo de su hija que estudia “abajo” medicina, del hijo que será contador y del que se capacita para técnico agrícola, pero se lamentó de los años infinitos que él y su mujer tejedora de lana de alpaca tendrán que seguir trabajando para pagar las deudas. Más que resignación, en su voz había fuerza.
El gobierno que se marcha estuvo encabezado por un empresario que aparece entre los multimillonarios de la revista Forbes sin haber fabricado nunca ni un tornillo ni una empanada: sólo piñeriespeculación. La Hacienda bajo ese gobierno ha estado en manos de banqueros; la Educación la han dirigido los dueños de universidades; la Agricultura la han administrado los criadores de pollos; la Pesca, los empresarios pesqueros; la Minería, los magnates mineros. El medio ambiente y su conservación han estado en manos de quienes ven el territorio como un campo abierto a los depredadores de los malls y las grandes constructoras. Nuestras Relaciones Exteriores han sido manejadas por empresarios del retail preocupados ante todo por el éxito de las multitiendas y farmacias chilenas en los países limítrofes.
“Esto se acaba, señores”, exclamaba nuestro relator deportivo. Así es, pero también “esto comienza”… ¿Estará el equipo que se dispone a entrar a la cancha a la altura de la responsabilidad que exigen las transformaciones anunciadas? Se nos prometió un “Chile de todos” y muchos nos lo tomamos en serio y estamos ejerciendo y vamos a ejercer nuestro derecho no sólo a aplaudir, sino también a opinar, calificar y descalificar cuando sea inevitable. De ahí que antes siquiera del puntapié inicial, ya haya varios lesionados en ese equipo y la lista definitiva de las bajas no esté clara todavía. La foto se está moviendo. Hay mucha incógnita sobre lo que viene, pues, en el Chile de todos, esta vez no se trata de gobernar por gobernar y de pequeñas mejoras de un 2%, ni de perseguir como meta suprema sólo el orden y la gobernabilidad. El Chile de todos no aspira únicamente a ser gobernado, sino que está decidido a dar su palabra y participar.
Nadie sabe a ciencia cierta lo que va a pasar. No será fácil dirigir el país chúcaro de hoy y no existe la mujer ni el hombre que esté totalmente preparado para gobernar con cero faltas en los tiempos que vienen. Ni siquiera en las universidades de Harvard o Barcelona enseñan a dirigir las transformaciones cuando la estructura de una sociedad se resquebraja según el esquema marxista-leninista. A su carisma y su experiencia, la Presidenta tendrá que unir nuevas cualidades y talentos, aprendiendo y adaptándose velozmente sobre la marcha junto con su equipo y desarrollando la capacidad de sintonizar con la dinámica exigente del alma popular y la decisión de cambios verdaderos de ese Chile de todos. No olvidemos que los “partos de la Historia” y los “amaneceres que cantan” suelen dar paso a las trágicas noches de llanto y miedo, como sucedió en nuestro país hace 40 años. Recordemos que a menudo las victorias electorales del progresismo terminan en derrumbe: ahí están, para demostrarlo, el descenso vertical de Hollande en Francia y el alza en flecha del fascistoide Frente Nacional. Para cumplir y salir adelante, el nuevo gobierno necesitará una sintonía muy fina con los tiempos que corren.
A pesar de sus guerras internas, la Patrulla Juvenil de la derecha, convertida en Patrulla Senil, afila los cuchillos para el boicot, la venganza y la reconquista. Aspiran a volver al gobierno a consolidar la fusión del Estado con los grandes intereses financieros iniciada por Pinochet. Frente a ello, esperamos un gobierno creativo, dinámico, transparente, sincero, chévere, berraco, filete, y ahí estaremos para apoyarlo. Si nos vienen con subterfugios, saldremos a las grandes alamedas y ahí seremos caleta.