Sinlogismo
crucino
por
Eduardo Labarca
Como
todo el mundo sabe, el neumático trasero del lado izquierdo del auto coreano del
poeta, periodista, diplomático etc. Guillermo Bown se zambulló en un hoyo sin
rejilla de una calle de Las Cruces cuyo nombre no recuerdo porque vivo en ella.
Pero hete que en pocos segundos, la catástrofe gatilló un concierto in crecendo
de marimbas celulares y tam-tam inteligentes.
El
aló a lo bomberos de El Tabo se convirtió en un aló-aló con los bomberos de Las
Cruces, al que siguió un aló-aló-aló hacia seguridad ciudadana y un definitivo
¡ALÓ! ¡ALÓ! ¡ALÓ! ¡ALÓ! de vuelta de todos lados a los bomberos crucinos. A esa
altura, sin sirenas ni girofaros, de múltiples direcciones avanzaban hacia el
lugar del suceso los astutos, expertos y expertas, forzudos socorristas con o sin
casco a demostar que en Las Cruces, sus instituciones y su I. Muni existen
corazón y sentido del deber. Y en un tris el auto coreano del poeta etc. Guillermo
Bown, arrastrado por una máquina interplanetaria, estaba de nuevo en cuatro
ruedas sin que hubiese que lamentar desgracias personales.
¿Que
había sucedido? Las redes funcionaron. Y ¿qué sucedió algunos días después,
este lunes? Pues que desconocidos a quienes nadie pudo darles siquiera las
gracias porque nadie alcanzó a verles el rostro colocaron en el sitio de la
catástrofe una rejilla de fierros de media pulgada sobre la boca asesina de la
alcantarilla para que la tragedia de Guillermo etc. y su auto coreano nunca se volviera
a repetir. Las redes habían vuelto a funcionar y... aquí no ha pasado nada.
¿Quién
dio el aviso al ministerio de obras públicas de la I. Muni? El autor de estas
líneas quisiera imaginar que su anterior sinlogismo voló rápidamente a las
alturas con la noticia... aunque lo más probable es que los bomberos o los
segurosos hayan informado internamente del desastre y que sus superiores hayan
entrado en acción.
Y
un último detalle. En nota anterior este sinlogista comparaba a los socorristas
de nuestra I. Comuna, por su eficiencia, con los de los países desarrollados.
Lo de la eficiencia vale, pero con una salvedad. En los países del primer
mundo, al día siguiente los bomberos mandan la factura. En Las Cruces se
conforman con que les digan: “Gracias, chiquillos”.