Publicado en El Mostrador el 18 de marzo de 2014
Por Eduardo Labarca
En el emotivo discurso de sabor histórico que pronunció al asumir la Presidencia del Senado, Isabel Allende se refirió al lugar de nacimiento de su padre, el Presidente Salvador Allende, con las siguientes palabras: “Hace casi 48 años, un hombre que naciera en esta hermosa ciudad de Valparaíso, asumía la Presidencia del Senado”. Lo cierto es que han transcurrido nueve años desde que en 2005 la periodista Virginia Vidal, tras indagar en el Registro Civil, hizo la sorprendente revelación pública de que Salvador Allende no había nacido en el puerto como siempre se había dicho, sino en Santiago.
En la oficina del Registro Civil de Portales he tenido en mis manos el libro polvoriento en cuya ajada página 278, con el número 1754, se encuentra registrado a mano, con la tinta y ortografía de la época, el nacimiento de “Allende Gossens, Salvador Guillermo”, nacido “a la una i media de la mañana” en “España seis quince”, de la circunscripción de Santiago. La casa natal del futuro Presidente, situada en la vereda poniente de la avenida España, fue demolida más tarde para construir un edificio de departamentos que abarca un amplio sector de la cuadra.
Después de conocerse la información del nacimiento de su padre en Santiago, la senadora Isabel Allende reconoció, en un documental de Luis Vera, que su padre “aparece nacido en Valparaíso, lo que hoy día no es claro, porque apareció un certificado inscrito en la avenida España en Santiago, a lo que la familia ha respondido que aquí lo que importa es los sentimientos, y él siempre se sintió porteño, se sentía orgulloso de ser porteño”.
Después de estudiar medicina en Santiago, Allende regresa a Valparaíso, donde se inicia como médico, se lanza a la política y al poco tiempo es elegido diputado de la zona por el Partido Socialista. “Allende experimentaba por Valparaíso una devoción profunda… Vibraba de emoción al contemplar desde el alto de Agua Santa el espectáculo de la bahía una noche de Año Nuevo”, escribirá uno de sus colaboradores.
En los documentos de matrícula en los distintos liceos y en el acta de su matrimonio con Hortensia Bussi en Ñuñoa, cuyas copias tengo en mi poder, Salvador Allende figuró siempre como nacido en Santiago. Pero en sus actuaciones públicas omitía cuidadosamente ese dato. ¿En qué momento y circunstancias, y cómo y por qué Salvador, el santiaguino, se convirtió en el “porteño” Salvador Allende? Hay un enigma en ello.
Los simples mortales evocamos con orgullo el sitio donde nuestra madre nos trajo al mundo, trátese de un palacio o un pesebre, de una gran ciudad o de una aldea. La decisión de Salvador Allende de “olvidar” su nacimiento en Santiago y pretender incluso ante sus hijas que había visto la luz en otra parte, por mucho que se tratara de un puerto con el que desarrolló ataduras poderosas, es sumamente extraña y en ella se trasluce un aspecto recóndito de su personalidad, la combinación de voluntarismo y astucia que le permitirá revertir situaciones y cambiar el rumbo de los acontecimientos con el célebre juego de su “muñeca”. Cuando asuma la Presidencia de la República, su biografía oficial distribuida en tres idiomas consagrará definitivamente su nacimiento en Valparaíso. Así, Salvador Allende, que se sentía llamado a un destino histórico, logrará ser el amo de su nacimiento, como un día lo será de su propia muerte.
Se afirma que la Historia comienza cuando han transcurrido 30 años desde los acontecimientos, y Salvador Allende, muerto hace 40 años, es ya un personaje histórico. A quienes indagamos hoy o a quienes lo hagan en el futuro acerca de su vida y su gesta nos corresponde desenetrañar la verdad objetiva y la esencia de sus actos. Uno de ellos es la curiosa mutación de su lugar de nacimiento.
Como hija, la senadora Isabel Allende ha sido fiel a su padre al atribuirle, a sabiendas de que no es así, haber nacido en Valparaíso. Pero al hablar en su calidad de presidenta del Senado, Isabel Allende lo hizo frente al país y al mundo y para los anales de la República, por lo cual, como ciudadano y sin perjuicio de la admiración que tengo hacia su padre a quien conocí de muy cerca, me he permitido contradecirla.