Escrito: 5 de julio de 2011
Por Eduardo Labarca
Aunque
los mandos de la FACH y los pilotos de la época “no se acuerdan”, los nombres de
quienes bombardearon La Moneda se conocen y han de quedar registrados en la
Historia de Chile. El ministro Mario Carroza, que investiga la muerte del
Presidente Salvador Allende, interrogó en vano al general Fernando Matthei sobre
la identidad de los participantes en el bombardeo y es poco probable que los
demás oficiales que pueda citar recuperen la memoria.
Sin embargo la
información la conocen otros antiguos miembros de la FACH que no están
juramentados ni tienen motivos para guardar el secreto. A fines de la década
del 70 del siglo pasado, el autor de esta nota recorrió durante dos semanas varias
ciudades de Inglaterra y Escocia para entrevistar a ex miembros de la FACH y de
la Marina que habían sido detenidos, torturados y expulsados de esas
instituciones por haberse opuesto al golpe militar. Al darles asilo político, el
Reino Unido los había repartido en diversas localidades. Las entrevistas
quedaron registradas en más de 12 horas de grabación.
Los dos
oficiales y dieciocho suboficiales de la FACH entrevistados mencionaron los
nombres de los pilotos de los cazabombarderos Hawker Hunter que salieron de
Carriel Sur, en Concepción, con la misión de destruir las antenas de las radios
que apoyaban a Allende y disparar sus cohetes contra La Moneda y la residencia
presidencial de Tomás Moro. Varios de los suboficiales expulsados eran técnicos,
mecánicos o armeros y participaron en la preparación de los aviones y la carga
de los proyectiles. Esos hombres mantenían una relación directa con los pilotos
y los despidieron en la pista cuando emprendieron el vuelo hacia Santiago.
Oficial Líder
de la operación fue el coronel Mario López Tobar (nombre de combate “Libra”), comandante
del Grupo 7 y piloto del Avión 1, quien años más tarde escribió un libro sobre la
jornada, pero sin dar nombres. El ataque comenzó con el bombardeo de cinco antenas,
en el que participaron el propio López Tobar y otros tres aviones piloteados por
“hunteristas”.
A las 11 de la
mañana emprendieron vuelo desde Concepción otros cuatro cazabombarderos. La
residencia de Tomás Moro fue atacada por los Hawker Hunter piloteados por el
capitán Eitel Von Mühlenbrock y por el teniente Gustavo Leigh Yates, hijo del comandante
en jefe de la FACH y miembro de la junta militar. Gustavo Leigh hijo equivocó
el blanco y bombardeó el Hospital de la FACH, por lo cual hasta su muerte hace
tres años era objeto de bromas y tallas en la institución.
Los otros dos aviones se elevaron a tres
mil pies de altura y mientras volaban sobre la Estación Mapocho dispararon
contra La Moneda sus cohetes antiblindajes Sura P-3, en cuatro pasadas. El
primer disparo lo hizo el teniente de 24 años Ernesto Amador González Yarra (“Pekín”),
famoso por su talento de piloto y certera puntería. González Yarra gozó por ello
de gran prestigio en la institución hasta su muerte en 1995. Su primer disparo
perforó la puerta principal de La Moneda con precisión.
El segundo
avión que atacó La Moneda iba piloteado por Fernando Rojas Vender (“Rufián”),
quien llegó a ser comandante en jefe de la FACH. Su primer disparo apuntó al
techo del palacio presidencial. En una última pasada, los pilotos usaron cañones
de 30 mm. La operación fue coordinada desde tierra por el operador aéreo,
comandante Enrique Fernández Cortez (“Gato”).
Hay
discrepancias en torno a la hora exacta del ataque a La Moneda. Según el
coronel López Tobar, comandante de la operación, comenzó pocos minutos antes de
las 11.30. El almirante Patricio Carvajal, jefe del estado mayor del golpe,
sitúa el ataque entre las 11.52 y las 12.08. Según el general Gustavo Leigh, entonces
comandante en jefe de la FACH, el ataque tuvo lugar “después de las 12”.
La celebración
del éxito de la operación fue entusiasta, pero no unánime en la FACH. Cuando al
regresar de la misión uno de los pilotos descendió de la cabina de su Hawker
Hunter en la pista de Carriel Sur, fue recibido por un grupo de suboficiales
que en lugar de felicitarlo lo miraron en silencio. El piloto se acercó, bajó
la vista y les dijo:
–Lo siento...
No fue mi culpa... no fue mi culpa... Perdonen...