por Eduardo
Labarca
Los dos goles con que
Mario Balotelli eliminó a Alemania de la Eurocopa llevaron al estrellato a un
nuevo tipo de europeo: los niños adoptados en África, Asia y América Latina que,
adultos, saltan al primer plano en el deporte, el arte, la política.
Desde los tiempos de
Eusebio, el antiguo goleador mozambiqueño de la selección de Portugal, los
jugadores africanos han pasado a ser legión en los clubes europeos. Samuel
Eto’o, André Ayew, Yaya Touré están entre los 650 africanos que juegan en todo
el continente, a los que se suman los hijos de inmigrantes pobres de las
antiguas colonias, como Zinedine Zidane. Pero Balotelli pertenece a otra
categoría: los adoptados.
Hijo de padre y madre ghaneses y nacido en Sicilia
con el apellido Barwuah, el goleador de peinado mohicano fue adoptado a los
tres años por el matrimonio Balotelli y creció como cualquier niño italiano.
La adopción de niños del tercer mundo se convirtió
en tendencia en Europa y Estados Unidos a partir de los años 80. Pero ya a
mediados del siglo XX la bailarina y cantante Josephine Baker, nieta de
esclavos del sur de Estados Unidos, recorría el mundo con sus doce hijos adoptivos
de diferentes orígenes. Madonna, Angelina Jolie y otras famosas le han seguido los
pasos.
La cancillera de hierro Angela Merkel sorprendió al
negociar los nuevos planes de salud de Alemania flanqueada por un asesor de
rostro vietnamita. Se trata del doctor Philipp Rösler, de 36 años, adoptado
cuando tenía tres meses en Vietnam por un militar alemán y su mujer. Rössler,
actualmente ministro de salud, inició su carrera política en el Partido Liberal
Demócrata del estado de Baja Sajonia.
A diferencia de los hijos de inmigrantes pobres,
como la ex ministra de Justicia de Francia Rachida Dati, los niños adoptados
han crecido en el seno de familias con situación económica holgada y muchos han
estudiado en colegios y universidades de primera línea. Los padres adoptivos
suelen pertenecer a la categoría de los “bobos” –bourgeois bohemians–
una élite de empresarios y profesionales modernos y de mente abierta.
La economista Fleur Pellerin, ministra delegada para
las pymes en el flamante Gobierno de François Hollande, es hija de coreanos
nacida en Seúl y fue adoptada a los tres meses de edad por un físico nuclear
francés y su esposa. El senador ecologista Jean-Vincent Placé, que negocia
activamente con el nuevo gobierno de Francia, también exhibe un rostro
inconfundiblemente coreano. Ambos forman parte de los doscientos mil niños sudcoreanos
adoptados por ciudadanos occidentales en el último medio siglo.
Esta extracción de niños desde sus países de origen constituye otra
faceta de la globalización y no siempre es transparente y exitosa. Abundan
los casos en que los adoptantes, al tropezar con trabas legales o burocráticas,
han recurrido a la compra de niños, un tráfico controlado por mafias. Aunque
llevan la diferencia racial inscrita en el rostro, los adoptados desconocen el
idioma y las costumbres del país de sus progenitores y suelen ser discriminados
u objeto de acoso en el colegio o en el barrio. Algunos presentan un carácter
conflictivo y ha habido casos de suicidios. El propio Mario Balotelli tiene
momentos de agresividad y euforia por los que ha recibido numerosos castigos,
como el día en que hizo estallar una bengala en el camarín. Sus conflictos con
José Mourinho en el Inter son legendarios y muchos le celebran que plantara
cara al neurótico entrenador.
La artista belga Mihee-Nathalie Lemoine, también
hija de coreanos, lidera un movimiento de adoptados que se empeñan en buscar
sus orígenes. Ha organizado exposiciones de pintores, escultores e
instalacionistas bajo el título “Overseas Adoptee Korean (OAK) Artists
Exhibition”. Los miembros de esa corriente viajan al país de sus padres
biológicos y algunos se han quedado a trabajar o vivir allí.
Los niños que un día fueron adoptados en América
Latina, África y Asia, especialmente en Corea y Vietnam, han alcanzado la edad
adulta y están cada vez más presentes en la vida pública de los países
desarrollados de Occidente, como Súper Mario Balotelli. Cualquier día nos
toparemos con algún famoso o famosa de un país desarrollado de origen ciento
por ciento chileno que sepa poco o nada de nuestro país.