por Eduardo Labarca
EL MOSTRADOR, 26 de mayo de 2016
Rodrigo Duterte, presidente electo de Filipinas, anunció que ordenará a la policía que dispare a matar contra los delincuentes y que los que queden con vida serán ahorcados para ahorrar balas.
En emol.com, la lectora Delfina Muñoz Palomer comentó: “Que venga a este país, se necesita alguien duro en el poder y no los títeres que tenemos hoy”, y obtuvo 6 like. Cris Felipe agregó: “Siento mucha envidia de Filipinas!!! Si saliera un candidato a presidente como él acá lo voto y le hago campaña gratis”, y consiguió 15 like. Inge Lama escribió: “Duterte Presidente de Chile!”, y tuvo 16 like. De 58 comentarios, 49 fueron de alabanza al filipino, 12 de ellos para pedir que viniera a gobernarnos.
También a Donald Trump le han salido simpatizantes en Chile. En la latercera.com y en emol.com la noticia de que el deslenguado candidato a la Casa Blanca quiere atajar la inmigración con un muro de 1.600 kilómetros pagado por los mexicanos fue aplaudida por muchos lectores.
Armando Óscar Soto Gómez escribió: “Podríamos hacer lo mismo en la frontera con Perú y Bolivia”. Javier CC dijo: “¿Se imaginan si tuviéramos un líder con la mitad de esa personalidad? Ya hubiésemos mandado a volar a la tropa de colombianos narcos, peruanos flojos y ladrones”. Mezer Rackman: “Apoyo 100% el comentario anterior. Ya no soporto más a los colombianos con su weá de cumbias”. Tony Biaginni: “Mejor Trump que la Bachelet gringa (la Clinton)”. Carlos Paredes: “Acá hace falta un Trump para que expulse a todos los extranjeros que estén ilegales y/o delinquiendo”. Adrian Pellerano: “Trump el único que dice las cosas por su nombre”.
En un festival de amenazas extremas y promesas sin límite, Duterte, Trump y los candidatos por el estilo hacen caldo gordo de la corrupción y crisis de la política. En Chile, cuando los gobiernos del Partido Radical chapoteaban en los escándalos, el general Carlos Ibáñez del Campo, antiguo dictador, arrasó en la elección de 1952 con una rítmica consigna que resonó en todo el país: “¡Ibáñez al poder… la escoba a barrer!”. Pero la corrupción del “gobierno de la escoba” y de la familia de la primera dama, los Letelier, superó a la de los gobiernos anteriores y culminó con el escándalo del Avión Nylon: el Presidente Ibáñez y su comitiva viajaron en “visita inspectiva” al puerto libre de Arica y regresaron en el avión presidencial cargados de las preciadas prendas de nylon de la época y de costosos televisores, cámaras fotográficas, licores, perfumes y joyas que no pasaron por aduana. El propio Presidente se trajo una “radioelectrola”.
El extremo carnavalesco a que puede llegar el malestar por la corrupción política afloró en 1959 en Brasil, cuando los ciudadanos enojados eligieron por amplia mayoría para alcalde de Sao Paulo a Cacareco, el rinoceronte del zoológico de la ciudad.
En el último año, la caída a los infiernos de los líderes de nuestro país nos ha recordado la trama de la célebre novela de Agatha Christie Los diez negritos. En el libro, inspirado en la canción infantil Ten Little Niggers, los diez protagonistas van muriendo uno tras otro y con cada fallecimiento desaparece una de las diez estatuillas que había al comienzo: “Diez negritos fueron a comer, uno se atragantó y quedaron nueve... Nueve negritos salieron a pasear, uno tropezó y quedaron ocho... Ocho negritos…” y así sucesivamente. Un negrito se ahoga en el río, los demás siguen desapareciendo, el último se pierde en el bosque “y no quedó ninguno”.
De manera similar, los líderes chilenos han ido cayendo hasta dejar el escenario prácticamente desierto:
-El país tenía quince líderes, a la número uno el hijo le hizo una pilatuna y quedaron catorce.
- Quedaban catorce líderes, y el ministro regalón de la número uno se resbaló en las boletas de la precampaña y quedaron trece.
- Quedaban trece líderes, y el cardenal protegió a los curas pederastas y quedaron doce.
- Quedaban doce líderes, y un coronel del partido dictatorial fue condenado por financiamiento ilícito y quedaron once.
- Quedaban once líderes, y otro coronel compró la libertad de su hijo borrachín que había matado a un transeúnte y quedaron diez.
- Quedaban diez líderes, y el senador rugbista no pudo explicar las boletas de sus hijos y quedaron nueve
- Quedaban nueve líderes, y la bella jefa estudiantil se enredó en las alfombras de la Cámara de Diputados y quedaron ocho.
- Quedaban ocho líderes, y el magnate ejemplar se coludió con el papel confort y quedaron siete.
- Quedaban siete líderes, y el hijo del guerrillero que murió combatiendo se subió a un avión brasileño y quedaron seis.
- Quedaban seis líderes, y el padrastro del hijo del guerrillero se salvó jabonado por prescripción y quedaron cinco.
- Quedaban cinco líderes, y el candidato presidencial que se retiró deprimido fue pillado cohechando y quedaron cuatro.
- Quedaban cuatro líderes, y la hija del Presidente suicida llegó tarde a la inscripción y quedaron tres.
- Quedaban tres líderes, y al millonario de los millonarios un diputado le sacó la madre y quedaron dos.
- Quedaban dos líderes, y al comandante en Jefe (r) le pillaron once Audi y siete Mercedes y quedó solo una.
- Quedaba solo una líder, y la alcaldesa se empantanó en un charco de boletas pagadas por el yerno del dictador y no quedó ninguna ni tampoco ninguno.
En ese vacío, un Duterte, un Trump, un Carlos Ibáñez, un Cacareco podrían seducir a las multitudes decepcionadas. Así las cosas, no es raro que dos antiguos número uno asomen la cabeza y quieran vendernos como recién salidos de la olla sus guisos recalentados.