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28 de junio de 2014

Segunda vuelta de tuerca



Sinlogismo crucino

por Eduardo Labarca




La primera fue el 14 de diciembre, se llamaba “Homenaje a Parra” y se realizaría en la Playa de las Cadenas. Fue anunciada día y medio antes de la fecha y suspendida “por fuerza mayor” (¿¿¿???) hora y media después del instante en que debía haberse iniciado. La segunda se anunció ayer, con 48 horas de antelación, para mañana sábado a partir de las 12.30 bajo un nuevo título: “Las Cruces de Parra”.

Trato de adivinar: ¿Homenaje sentido y preparado con el corazón, a la altura del poeta cuyo nombre se invoca? ¿Evento playero improvisado por alguna productora y algún promotor que se cuelgan de un nombre que suena bien y mucho?

Los nombres de las grandes mujeres y los hombres grandes suelen convertirse en marca registrada y símbolo de una localidad. Por ejemplo, Mozart. Salzburgo, la ciudad de Mozart, vive de Mozart: las bolitas de chocolate, T-shirts, estatuillas, cajas de fósforos, pañuelos de seda, paraguas y hasta las servilletas del McDonald’s local llevan la imagen de Mozart. Pero Mozart no es solo un nombre jugoso para los salzburgueses. En Salzburgo se le rinde tributo año tras año con el festival de música en el que participan  los más insignes directores, solistas, cantantes y orquestas del planeta. En Salzburgo se estrenan las obras sinfónicas y producciones operáticas que recorrerán el mundo.

¿Y en Las Cruces? Cuando todos los que revoloteamos por aquí hayamos muerto, quizás Nicanor Parra reciba en este pueblo un homenaje a su altura.
Iré a la Playa de las Cadenas a ver qué pasa y ojalá que todo salga bien. Trataré de entender en qué consiste la clasificación entre una primera división formada por los “Poetas” a secas y una segunda división de los llamados “Poetas Locales” que figura en el afiche. Por cierto, Nicanor Parra, a quien probablemente no le pidieron permiso para usar su nombre, estará  en la segunda división: la de simple Poeta Local. 




Muerte y Resurrección en Las Cruces





Sinlogismo crucino

por Eduardo Labarca 


El primer signo fueron los tres bancos cruelmente demolidos en la Playa de las Cadenas. Vino luego la luguilla, explosión de vida marina descomponiéndose sobre la arena, seguida por la agonía aleteante de la foca de 500 kg en la Caleta. De San Sebastián llegó la noticia de la tragedia: la muerte desesperada de Juan Carlos Salazar, el Tuta, seguida por el cierre de su Caja Vecina, único banco del mundo que nos atendía de lunes a domingo hasta las diez de la noche. El pingüino muerto traído y llevado por las olas, el manchón rojo de millones de langostinos recién nacidos retorciéndose en la rompiente, la muerte de don Walter, el eterno dueño del restorán La Cabaña... Esta mañana, Sandra vino a traerme un recado de  su madre. El recado era lo de menos: a los 17 años, Sandra me mostró con orgullo su vientre de muchacha embarazada. En la Playa de las Cadenas los bancos reconstruidos lucen de nuevo en gloria y majestad.